Eduardo Caccia / El asombro

AutorEduardo Caccia

Ignoro si los animales se asombran, presiento que no. Asombrarse debe ser una de las cualidades humanas más sensibles, implica la contemplación y el reconocimiento de ciertas características, usualmente positivas (admiración, su contraparte negativa es el extrañamiento), en aquello que se observa.

Es curioso cómo se pierde la capacidad de asombro, como si desarrolláramos un caparazón ante lo obvio, lo cotidiano, aquello que pasa inadvertido por tantas veces recorrido, con los ojos o con el pensamiento, hasta que alguien es capaz de notarlo, de asombrarse.

Hace años conocí a Victoria Marín, una lúcida anciana de casi 100 años que vivía en una casa de descanso en Guadalajara. Contaba historias de alcurnia (su hermana, Lupe, había sido esposa de Diego Rivera), despedía energía adolescente, tocaba el piano y me pedía ponche de granada, de Tapalpa. Una vez la invitaron a comer mis papás. Fui por ella y en cierto momento del camino hizo una exclamación de sorpresa como si se le hubiera aparecido un ser de otro planeta. "¡Mira!", advirtió con la vehemencia del náufrago que avista tierra, y señaló con el dedo. Durante una fracción de segundo me sentí incapaz de distinguir el motivo del asombro. Continuó ella: "¡Qué árbol!". Me sentí disminuido ante el tamaño de aquel laurel de la India, pero más ante el asombro de Victoria.

¿Cuántos árboles no habrá visto en su vida esta mujer a sus casi 100 años?, pensé, y es capaz de asombrarse ante la frondosidad cotidiana que uno ya no es capaz de ver, no digamos apreciar. Al rato, sucedió otra exclamación, ahora con un "magnífico portón", más tarde con una "herrería majestuosa". Llegamos a la casa y yo venía cargando la pena por haber perdido la capacidad de asombro que mostraba esta mujer en cautiverio.

Recuperé esta historia luego de platicar hace unos días con Martín, mi primo hermano que vive en España, casado con sevillana. En sus vacaciones por México, Soraya, su mujer, y él fueron al supermercado. Antes de salir, en el área de cajas, ella se asombró tanto ante lo que vio que decidió tomarle foto. Hacía mucho, muchísimo tiempo que no veía un letrero de esos que se ponen en los pizarrones comunitarios, que decía "Solicito trabajador". Y seguramente también fotografío el que decía "Solicito ayudante", "Solicito contador", etcétera.

Es tal la crisis de desempleo que vive España (5.7 millones...

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