Eduardo Caccia / Timos y transas

AutorEduardo Caccia

Fue capturado hace poco tiempo en el extranjero, acusado de transar activos ilegalmente. Pertenece a un clan sofisticado con un historial de malversaciones, compras a sobreprecio. Tenía vida de jet set, viajaba en avión privado, se hospedaba en hoteles de lujo, tenía relaciones con gente importante en varios países; un hombre afortunado, tentado por la codicia, la fama, el poder. Un retrato, como tantos, de la deshonestidad humana, un lado vulnerable de nuestra condición mortal. Se espera el desenlace de su juicio y, en el mejor de los casos, que se haga justicia.

No me refiero a algún ex director de la empresa petrolera mexicana, me refiero a Inigo Philbrick, "el Bernie Madoff del arte", un joven británico que a sus 24 años irrumpió como sismo en el mundo de las subastas de alto nivel. Se calcula que, durante los últimos 10 años, el hábil conocedor de arte estafó entre 70 y 250 millones de dólares (cifra pequeña en relación a las fortunas, a la sombra del petróleo, de los jeques mexicanos). ¿Cómo pudo engañar a tanta gente en una industria que se jacta de tener expertos? El caso de Philbrick deja en evidencia aspectos interesantes de la condición humana de los que podemos aprender.

El engaño es parte de la naturaleza, una forma de sobrevivencia que tienen algunos organismos. El camuflaje es acaso su versión más sofisticada. No es sólo el camaleón capaz de cambiar de textura para pasar inadvertido, no ser capturado, o bien, capturar; también hay personas que con gran habilidad se convierten en actores en la vida real, capaces de administrar, con frialdad y meticulosidad, símbolos y señales para atraer a sus víctimas y consumar la transa. Por supuesto, el esquema del engaño es por desgracia una constante en el sistema político mexicano, aun en gobiernos supuestamente purificadores de corrupción.

Philbrick, irresistible, usaba relojes de millonario, trajes que valían más que un automóvil, frecuentaba restaurantes exclusivos donde consumía botellas de vino de precio prohibitivo, alardeaba de sus relaciones personales, era encantador y muy persuasivo, en otras palabras, construyó una imagen de legitimidad para ganarse la confianza de inversionistas en arte e instituciones financieras con las que armó intrincados esquemas que le permitieron comprar obra a precios récord y luego venderla varias veces, o fraccionadamente, a personas que creían ser los...

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