Ejercen prostitución para adultos mayores

AutorJonathan Lomelí

Toña entra al hotel seguida por un cliente de 80 años. En el cuarto, ella se desnuda. El hombre pasa la mano por la piel de la mujer cuya edad rebasa los 50 años.

El acto sexual no sobreviene, simplemente se dan caricias, él goza el roce húmedo y agrio con dedos presurosos, torpes, seniles; ella piensa en el hambre, en la comida que obtendrá con los 50 pesos que le pagarán por dejarse toquetear en un intercambio sometido a las leyes del tiempo.

El mismo tiempo que redujo al tacto y la vista el deseo sexual de un octagenario, cliente habitual, así como reducida al hambre y el sexoservicio está la vida de Toña.

En el Jardín del Hospicio Cabañas, a un costado del Mercado San Juan de Dios, otras 15 mujeres como Toña, casi todas mayores de 50 años, practican la prostitución para sobrevivir y además tienen otros empleos.

Una mujer de unos 55 años trabaja como empleada doméstica allí cerca, también vende Avon y en sus "tiempos libres" acude al jardín para ver "qué saca".

Otra más, corpulenta y sonriente, vende chicles, pero si un cliente -ancianos por lo general- le pide un servicio, no desaprovecha y terminan en un hotel.

Toña es tartamuda, no sabe leer ni escribir y mientras ella oferta su cuerpo, "El Pollo", su hijo, la acompaña boleando zapatos en la plaza.

"Yo nunca he tenido una casa, un hogar...

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