Elisa Legorreta/ Minus o masválidos

AutorElisa Legorreta

Al principio vi como desgracia que se me falseara el tobillo, pero con el tiempo me doy cuenta que eso de andar averiado es como mágico, casi milagroso. Traigo muletas y me ceden el paso, no permiten que haga fila, si me ven por la calle caminando me ofrecen acercarme a mi destino; me abren la puerta, detienen el ascensor. Se abre la conversación, sonrisas, cortesías...en fin, el esguince más que desgracia ha sido motivo de reflexión.

Las medidas para facilitar la vida de los lisiados en la ciudad son muestra de que son considerados como personas con derechos. Una mente materialista podría tachar de improductivas a estas personas, pero su dignidad no se encuentra en su autonomía, ni en su razón, ni en su capacidad de decisión, ni en crear su propio universo; sino en que como personas son queridas por Dios. Desde la perspectiva de un humanismo integral no puede formularse la hipótesis de que Dios se equivocó al crear a un niño discapacitado, sino al contrario, Dios lo ama personalmente y con especial ternura. Esta dignidad no queda disminuida por la gravedad de la discapacidad. No se le puede quitar a nadie esta dignidad, ni puede perderla, seguirá siendo él mismo hasta el último instante de su vida. Y por eso se le ama.

Eso no es teoría, cuántas pruebas de esta grandeza nos dan. Desde la tenacidad atletas discapacitados que ganan maratones; pintores que plasman brochazos con la boca; músicos como Bocelli. Quisiera ser de esos minusválidos, de esos discapacitados que son maestros de esperanza. Los ejemplos abundan, hoy pienso en Beatriz de Castelló, joven nacida con parálisis cerebral, pero que pudo superarse, estudiar y vivir una vida plena, productiva y envidiable. En su libro Coraje de Vivir nos muestra esa lucha por vivir con una enorme fuerza de voluntad y un alma...

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