Emprende Yuli viaje al pasado

AutorYanireth Israde

El cubano Carlos Acosta pretendía calzar tenis y jugar futbol como Pelé, pero en lugar de proezas con el balón, sus pies adoptaron las zapatillas de ballet.

Pedro Acosta, su padre, de oficio camionero, descendiente de esclavos, lo condujo por fuerza a la Escuela Nacional de Ballet, fundada por los legendarios Fernando y Alicia Alonso, convencido del don que depararía gloria a su hijo y haría que los isleños desplegaran la alfombra roja para que andara sobre ella.

Primer artista negro que se desempeñó como bailarín principal del Royal Ballet de Londres, Acosta actúa en Yuli: al ritmo del corazón, película basada en su historia que se estrenó ayer en las pantallas nacionales.

El filme, dirigido por la española Icíar Bollaín, y con guión del escocés Paul Laverty, puede definirse como un relato de amor sin concesiones, dice el bailarín en entrevista desde Inglaterra, donde se presenta la compañía Acosta Danza, que fundó cuatro años atrás.

"El amor es el centro: amor hacia la danza, de un padre a un hijo, el amor familiar, pero también está el conflicto, que parte del mismo amor entre el padre y el hijo, central en la trama", detalla quien es conocido como el "dios negro del ballet cubano".

Pero el epíteto de su niñez fue "Yuli", que le asignó su padre, practicante de la religión yoruba, y quien lo identificaba como descendiente directo de Oggun, deidad guerrera de este culto afrocubano.

"Es cierto que mi papá vio un don en mí, pero el trabajo prevalece. He tenido oportunidades que supe aprovechar, y eso me ha llevado hacia otro nivel; después llegaron otras posibilidades que he sabido tomar, pero también he sabido perder, y he tenido que esperar; no todo ha sido muy fácil, ni lineal. Ha habido altas y bajas".

La película, a partir de su libro autobiográfico Sin mirar atrás, revela las dudas, los desencuentros, los golpes y el dolor que han fincado la travesía de Acosta. Una escena lo muestra en su juventud -hoy tiene 46 años- reclamándole a su padre: "Me jodiste la infancia", le espeta.

"Te has preguntado", prosigue, "¿cuál es mi felicidad? Felicidad es estar con mi familia, sentirme necesitado: una vida normal, una familia, un hogar".

Y el padre le responde: "¡El arte es tu hogar, coño!".

Pero quizá la escena más traumática, comparte...

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