Enrique Alfaro Ramírez/ Disyuntiva priísta

AutorEnrique Alfaro Ramírez

Terminada su Decimoctava Asamblea Nacional, para el PRI los verdaderos problemas apenas inician. La renovación de su dirigencia nacional plantea escenarios difíciles para mantener la cohesión interna aun cuando la primera prueba fue superada. Lo que está en juego ahora es su supervivencia como una institución seria, responsable e identificada realmente con la sociedad.

En la disputa política por la dirigencia nacional, curiosamente, lo que menos cuenta son los candidatos. Lo sustantivo del asunto es la polarización de los proyectos de partido en dos frentes que claramente quedaron definidos después de la asamblea. Por una parte, el que se basa en el discurso renovador tan seductor como vacío, sustentado en planteamientos que a todos gustan, pero nadie entiende en realidad, defendiendo la idea de un partido reducido a ser únicamente una maquinaria electoral. Por otra parte, el que se sustenta en la responsabilidad histórica del partido como proyecto de nación, aceptando la necesidad de transformarse, pero bajo lineamientos estratégicos elementales que le permitan no desvincularse de su razón de ser ante la nostalgia de un poder perdido y la ambición desmedida por recuperarlo. En la Asamblea Nacional se suscitó una dura primera batalla entre estas dos posiciones.

Sin duda, lo que se vivió en el conclave priísta de noviembre representa la mejor prueba de que en este partido ya nada es como antes. La militancia habló, gritó, opinó, discutió, se enardeció, vitoreó, abucheó, golpeó, abrazó y todas las demás expresiones que produce la pasión política. Así es: todo esto hicieron las bases de PRI y lo más importante es que lo hicieron sin línea, sin instrucciones, sin imposiciones. El Revolucionario Institucional dio muestras de que vive y de que lo hace gracias a su militancia. Pero creo que hay que matizar el optimismo.

Si volvemos líneas atrás y revisamos todo lo que los priístas hicieron en su asamblea, notaremos una ausencia importante: la racionalidad. Casi todo lo que las bases aportaron surgió del estómago, del coraje, de su esperanza por recuperar, de un solo golpe, todo el tiempo que fueron ignoradas, menospreciadas y humilladas por la nomenclatura del partido. Aún cuando se dieron reformas importantes para la vida interna del partido, muchas de las decisiones que los priístas tomaron respondieron más a una rendición manifiesta de la militancia a la tentación de ese discurso vacío del que hemos hablado, que a un proceso de reflexión...

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