Enrique Krauze / El deber de Casandra

AutorEnrique Krauze

"Los espíritus estrechos acusan

siempre a los clarividentes de desear

las desgracias que prevén. El deber

de Casandra es el más triste que puede

recaer sobre los amigos de la verdad".

Ernest Renan

Hace un año y medio, en el umbral de las elecciones presidenciales, publiqué en The New York Times el artículo "The End of Mexican Democracy?". De haberlo publicado hoy, lo digo con tristeza, estaría tentado a suprimir el signo de interrogación.

En aquel texto di la bienvenida a un cambio de gobierno: "el Partido Revolucionario Institucional (PRI) merece perder por haber reincidido en actos de corrupción que todos asociamos con su comportamiento habitual en el siglo XX". Tampoco le di mayor crédito al Frente encabezado por el PAN, cuyo candidato "no había dado a los votantes elementos para juzgarlo, porque no ha expuesto ningún programa". La victoria de López Obrador era inminente, pero me preocupaba. A continuación procedo a glosar mis argumentos de entonces.

López Obrador había prometido un "cambio de régimen". Dados los precedentes -expliqué- los votantes debían considerar cuidadosamente el significado de sus palabras. Para comenzar, había declarado que dudaba de la existencia misma de la democracia mexicana, aunque era en el marco legal de esa misma democracia que estaba a punto de llegar a la presidencia. Tampoco confiaba en el árbitro. Tras perder la elección de 2006 por un margen estrechísimo (0.56%), se había proclamado "presidente legítimo". "Al diablo con sus instituciones", había dicho famosamente en 2006, y nunca retiró esas palabras. Entre esas instituciones estaba la Suprema Corte de Justicia a la que acusaba de ser un instrumento de la oligarquía.

No por primera vez, señalé que el líder convocaba alrededor suyo un fervor religioso que no era inexacto llamar mesiánico. Pero movido él mismo por esa convicción, mostraba una inflexible intolerancia a la crítica de los medios e intelectuales independientes. Para todos tenía un adjetivo descalificador. Parecía incapaz de ejercer la autocrítica y exhibía en cambio una marcada proclividad a dividir al país entre "el pueblo" que lo apoyaba y todos los demás, representantes de "la mafia del poder".

Me parecía ingenuo que López Obrador confiase tanto en su carisma como para hacer "entrar en razón" a Trump o devolver la seguridad a México explorando la posibilidad de amnistiar a criminales y narcotraficantes. "Sólo yo puedo acabar con la corrupción", proclamaba, anunciando la publicación de una...

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