Enrique Krauze/ Liderazgos liberadores

AutorEnrique Krauze

La historia, todos lo sabemos, es una caja de sorpresas. Hace apenas 50 años era difícil prever que tres de los principales protagonistas de la Segunda Guerra Mundial -Estados Unidos, Japón y Europa -serían los triunfadores del siglo. Más difícil aún era entrever siquiera la implosión de la Unión Soviética. Ambos fenómenos representan el triunfo, nunca definitivo pero sí sólido y generalizado, de los valores fundamentales de la civilización occidental. Entre los complejos y numerosos factores que movieron en ese sentido las manecillas del siglo, resalta uno:el liderazgo liberador.

Ninguna liberación es equiparable a la derrota del nazismo, pero en términos de maduración política ningún prodigio igualaría al sucedido en 1989 en el bloque socialista.

Churchill y Roosevelt habían encabezado la liberación de Occidente con una dosis casi sobrehumana de valor e inteligencia, pero Gorbachov -ese héroe incomprendido - necesitó eso y más para liberar a las naciones ocupadas desde los acuerdos de Yalta y para liberar al imperio soviético de sí mismo. Churchill y Roosevelt eran, ante todo, los líderes de una guerra contra el enemigo externo, pero el enemigo de Gorbachov era una medusa interna de mil cabezas:la burocracia estatal y partidaria, el Ejército, todos sostenidos por una gigantesca mentira impuesta por el terror.

Contra la mentira moral, Gorbachov propició la apertura o Glasnost. Contra la mentira económica instrumentó la Perestroika. Contra la mentira política, propició una escritura honesta de la historia. Ante todo, había que encarar la verdad:la Unión Soviética no era la tierra del porvenir, era y sigue siendo el trágico escenario de un pueblo admirable al cual una camarilla fanática y cruel le robó el siglo XX.

Con mayor fortuna que la Rusia actual y las repúblicas que constituían a la antigua Unión Soviética, los pueblos de lo que Kundera llamó "la Europa secuestrada"han reencontrado el camino del progreso. Algunos con resultados sorprendentes, como la República Checa o Hungría. Otros con avances sustantivos, como Polonia. Otras con más lentitud, como Rumania o Bulgaria. En varias de esas naciones los intelectuales han jugado un papel liberador:Havel, Michnik, Geremek y, desde luego, Sajarov. No es una tarea sencilla la que estos países se han echado a cuestas. Se trata de recobrar el siglo XX. Todos reconstruyen su historia pero a veces esa misma historia les estalla entre las manos. Rusia es, de nueva cuenta, el caso más dramático:un país en desintegración política, económica y moral. Removido su poder imperial, en algunas de las regiones que dominaba han brotado los odios atávicos:razas, nacionalidades, religiones enfrentadas entre sí. En la zona de los Balcanes ha ocurrido ante nuestros ojos una atroz...

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