Esclarecen Noche Triste

AutorYanireth Israde

Una pertinaz lluvia en Tenochtitlan entorpeció la huída de los españoles, ardua ya por el peso de los metales preciosos que cargaban aquel 30 de junio de 1520 durante la llamada Noche Triste, hace 500 años.

"Muchos, no queriendo privarse del principal objeto de sus deseos, y del único fruto de sus fatigas, cargaron con aquellas preciosidades, bajo cuyo peso perecieron, víctimas no menos de su codicia, que de la venganza de sus enemigos", escribe Francisco Javier Clavijero en Historia Antigua de México.

Los mexicas no comprendieron la sed de oro y de plata de los españoles, cuyo comercio y finanzas tenían como principal motor los metales preciosos, explica en entrevista Leonardo López Luján, director del Proyecto Templo Mayor (PTM).

"Incluso, los colaboradores indígenas de Fray Bernardino de Sahagún señalan que los españoles ansiaban el oro como 'puercos hambrientos' y que su 'hambre furiosa' por los metales los hacía matar. Para los mesoamericanos estos materiales también eran preciados, pero nunca al grado de las plumas multicolores e iridiscentes, o de las piedras metamórficas azul-verdes", señala el arqueólogo.

De aquel apetito por el metal dorado es testimonio el tejo o lingote de oro hallado en 1981 en la antigua calzada de Tlacopan (Tacuba), y motivo de recientes estudios que revelaron una composición química similar a la del Penacho de Moctezuma y a las piezas áureas expuestas en el Museo Nacional de Antropología (MNA).

"El oro mexica posee una huella química muy específica. Las laminillas del Penacho de Moctezuma, las joyas exhibidas en la sala mexica (del MNA) y los ornamentos que nosotros mismos hemos recuperado en el Templo Mayor tienen las mismas proporciones de oro, plata y cobre. Estos porcentajes, de manera reveladora, son los que encontró el doctor José Luis Ruvalcaba en el tejo de oro. De ahí es posible afirmar que esta pieza fundida por orden de los conquistadores fue confeccionada a partir de joyas", afirma López Luján.

EL INICIO DE LA GUERRA

Aquella noche murieron "ciento y cincuenta españoles y cuarenta y cinco yeguas y caballos, y más de dos mil indios que servían a los españoles", enumeró Hernán Cortés en su segunda carta de relación a Carlos V.

El recuento de la batalla en aquel documento histórico aún indigna al arqueólogo Carlos Javier González, ex director del Museo del Templo Mayor.

"Indigna porque, al referir las bajas, dice Cortés que murieron tantos españoles, caballos e indios tlaxcaltecas...

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