El Fantasma de la Libertad

AutorHugo Hernández

¿Qué es un fantasma? pregunta en off Federico Luppi. A continuación ensaya posibles respuestas; en adelante EL ESPINAZO DEL DIABLO (2001) no sólo las amplía, sino que las materializa; deviene la respuesta.

España vive la Guerra Civil y al orfanato Santa Lucía van a dar los hijos de los combatientes republicanos. Carlos (Fernando Tielve), un niño de 12 años, es abandonado ahí por su tutor. Y si su primer impulso es correr detrás de su protector, pronto tendrá que arreglárselas él sólo con los vivos y... con los muertos, pues el colegio se ubica en un aislado páramo y el escape es impensable.

Ante la animadversión de Jaime (Iñigo Garcés), un chaval mayor que él que impone su liderazgo de forma violenta, y Jacinto (Eduardo Noriega), el temible conserje, encuentra apoyo en el Doctor Casares (Luppi) y en algunos de sus compañeros.

Además, será testigo de las apariciones de Santi, un niño fantasma. Los eventos se precipitan ante la inminencia de la derrota republicana pero sobre todo cuando Carlos descubre las intenciones de las apariciones de Santi.

Si CRONOS (1993) no había dejado ninguna duda de que Guillermo del Toro es el realizador más dotado (cinematográficamente, se entiende) no sólo de su generación, sino del cine mexicano, EL ESPINAZO DEL DIABLO lo confirma con creces. Y es que el tapatío posee un estilo en el que conviven la elegancia y la solvencia (cinematográficas, entendámonos pues): en sus guiones existe una agudeza poco frecuente en estas tierras; pocos como él son capaces de perpetrar emplazamientos y movimientos de cámara con tanta belleza y congruencia; el montaje tiene un sentido y crea sentido; el goce estético es proporcional a la emoción. En su tercer y penúltimo largometraje pone una vez más de manifiesto sus virtudes formales (también cinematográficas, entendámonos de nuevo) al servicio de una historia que se refugia a voluntad en el cine de horror, género maleable que sirve de vehículo para llevar a cabo una dolorosa exploración del "lado oscuro" del ser humano. El cineasta concede a la cámara un rol privilegiado: es un personaje a través de cuyos ojos el espectador se convierte en testigo, un niño que se mueve con libertad por espacio y tiempo para hacernos partícipes del terrible universo à huis clos del Santa Lucía, que no es otro que el de Guillermo.

En este universo cohabitan la melancolía y el desencanto, la nostalgia y la amargura.

Gama emocional que pasa rigurosamente por el miedo y que está íntimamente ligada a...

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