Farid Kahhat / Francia e Inglaterra ante Estados Unidos

AutorFarid Kahhat

En una demostración palmaria de cuál era la nueva potencia dominante en la región, la presión de los Estados Unidos obligó a ambos países a evacuar el territorio egipcio.

Desde entonces, franceses e ingleses procesaron de distinto modo la humillación infligida por ese acontecimiento: sin resignarse a su condición de potencia de segundo orden, los franceses apelaron a la tradición inaugurada por el general De Gaulle para preservar celosamente su autonomía respecto a los Estados Unidos.

Con actitud más flemática, los ingleses inclinaron la cerviz y aceptaron el liderazgo estadounidense.

Esa trayectoria divergente ayuda a entender sus diferencias en política exterior tras el fin de la Guerra Fría. La forma en que este se produjo concedió a los Estados Unidos una supremacía de poder incontestada, particularmente en el plano militar.

Desde entonces una prioridad de la política exterior francesa fue contener el uso discrecional de ese poderío, y propiciar el retorno hacia un orden multipolar.

Los ingleses, por el contrario, creen que el trazarse esos objetivos en el futuro previsible supone ir en pos de una quimera: cualquier intento de colocarse en el camino del poderío estadounidense es una invitación a ser arrollado.

Si ese era el caso, solo cabría influir en el curso de la política internacional desde una alianza con los Estados Unidos.

Esas diferencias se expresaron en toda su magnitud en torno al tema de Iraq. Del lado de quienes se oponían a la guerra, existía un problema de acción colectiva: nadie parecía dispuesto a dar el primer paso, atrayendo de ese modo la animadversión focalizada de los Estados Unidos.

Al ser el Gobierno francés quien diera ese paso, se puso a sí mismo en la línea de mira de los Estados Unidos, pero de ese modo creó un escudo protector detrás del cual se guarecieron los demás gobiernos opuestos a la guerra.

A su vez, en un intento por convencer a su propio partido de apoyar la guerra en Iraq, el argumento esbozado por Tony Blair fue que, por decisión estadounidense, la guerra era virtualmente un hecho consumado.

Lo único que realmente estaba en discusión era si los Estados Unidos irían solos a la guerra, bajo la conducción de los neoconservadores que controlan el Pentágono; o si la presencia británica dentro de una coalición lo más amplia posible podría constituirse en un bastión de moderación, que atemperara las aristas más beligerantes de la administración Bush.

El tema de Iraq hizo posible que, por primera vez...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR