Felipe Díaz Garza / La Muralla China de Guanajuato

AutorFelipe Díaz Garza

El Presidente Fox se quejaba la semana pasada de que el montón de malas noticias de todo el santo día nos impide reconocer donde están nuestras fortalezas y donde somos ganadores y triunfadores a nivel mundial.

El Presidente llegó a Presidente por ser persistente y es esa condición, distintivamente suya, la que lo hace insistir en la teoría, quizás no expresamente enunciada por él pero omnipresente en su praxis, que propone que el mal del que no se habla (o del que no se escribe) no existe o se cura con sólo hacer como que no existe. Vamos, el enemigo de Fox es el conocimiento.

La teoría presidencial no es novedosa, ni mucho menos es original. Ya los emperadores chinos, varios milenios anteriores al legendario Mao, mandaban matar a los mensajeros que les traían malas noticias, asumiendo sin el menor fundamento que los infaustos acontecimientos de los que los noticiaristas ejecutados habían informado desaparecían al ocultarlos bajo el manto de la muerte de los que sabían y comunicaban lo que había pasado. La muralla china es el gran símbolo de esa teoría, pero sus ladrillos no pudieron impedir que la información acabara por penetrar la conciencia china.

Y por supuesto que las invasiones enemigas, de las que los difuntos mensajeros trataron de prevenir a sus paisanos asiáticos, llegaron sin remedio antes que la información y devastaron el imperio, llevándose desde luego, como primeros trofeos, las cabezas de los torpes emperadores.

No es el mismo caso, desde luego, el de México hoy, hoy, hoy que el de China milenios atrás, atrás, atrás. No es el mismo caso, diría el Presidente Fox, porque aquí si es cierto que no hay malas noticias. Todo lo que ocurre es bueno, otra vez como dice el Presidente Fox, y cada suceso positivo es augurio de mil otras maravillas que, en el futuro inmediato, cobraremos del saldo del Gobierno del cambio.

En México, asegura el esquizofrénico discurso oficial, se acabaron la pobreza, el hambre, la ignorancia, le enfermedad y el desempleo. Ya no hay corrupción, ni desvíos de los fondos de la Lotería Nacional, ni favoritismo para los candidatos a sucederlo que el Presidente está promoviendo. La prédica presidencial sentencia, naturalmente, que la crónica que de estos azotes hacen los medios de comunicación, los estudiosos, los organismos...

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