¿Filántropo Yo?/ El Famoso Pescadito

AutorRenée Hubard

Cuántas veces hemos escuchado hablar de aquella máquina de coser que se compraría la señora Eustolia para ofrecer sus servicios especializados en corte y confección, lo que sacaría de pobre a su familia.

Cuántas veces no se dijo lo que haría el tío Tarcisio si tuviera un poquito de plata para ponerse al corriente y no estar a diario apurando el dinero.

Cuántas veces se mencionó la maquinaria elemental que requiere el buen jacinto para sacar su letrero de "Fontanero Experimentado" y sentarse detrás de él a esperar algún cliente, si es que no le habla antes su compadre Alvarito -uno que también es plomero- para pedirle que le eche la mano con un trabajo urgente que él ya no alcanza a cubrir.

Estos sueños se quedan en la imaginación calenturienta de las personas hasta que un organismo de beneficencia especializado aparece por allí. ¿Y si no aparece ninguno?

Por eso es tan importante el papel de quienes se dedican a cristalizar sueños de esta manera.

Mi abuelo siempre fue de la idea de enseñar a pescar. El aprendizaje, decía, quedará eternamente grabado con tinta indeleble en el corazón de quien lo recibe.

Su manera de dar pescado quedaba reducida a otras obras de las cuales no supo ni su mano izquierda, tan venturosamente eran realizadas por la derecha.

El caso es que todos sus hijos y hasta los nietos nos transmitieron aquel dicho del pescadito que ha sido tan mencionado a lo largo de nuestras vidas.

Puedo decir que a grandes rasgos estoy de acuerdo con la filosofía del dicho, aunque mentiría si oculto que pienso también que un pescado a tiempo es capaz de salvar a una persona a punto de morir de inanición.

Concuerdo sin embargo en que lo más...

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