Un fracaso anunciado

AutorRamón Estrada

Un fracaso tan anunciado no pudo haber tenido antes el Guadalajara, como el que experimentó en el Torneo de Invierno 2000.

De hecho Chivas nunca había tenido un déficit de productividad como el que ahora sufrió, al terminar en el lugar 17 de 18 equipos; antes sólo en las temporadas del 44-45 en donde concluyó en el 10 de 13, o en la 49-50 en el 12 de 14.

Ya en la era moderna fue en la 81-82 cuando más cerca estuvo incluso de meterse a la pelea por no descender, cuando en aquellos años los dos últimos de la general disputaban su derecho a seguir en la máxima categoría, pues Chivas había concluido en el 17 de 20 equipos.

Lo de ahora fue esperado irremediablemente por su afición y hasta por los no seguidores del Rebaño, al ver cómo la sangría de jugadores y cuerpo técnico se acrecentaba al final de cada torneo.

Ahora con una plantilla débil, con pocos elementos destacables y un técnico al inicio que nunca pudo encontrar solución a los huecos dejados por su antecesor.

Las Chivas en esta ocasión tocaron fondo y si no terminaron como el peor equipo del Invierno 2000, fue gracias a la peor situación que pasó el Celaya.

Sin embargo hubo escuadras como el León y el mismo Atlante, que aún quemándose por su situación porcentual en la zona del descenso, superaron en puntos al chiverío, esto para acrecentar aún más la deshonra de la que fue objeto la historia del cuadro más popular de México.

No obstante, tal situación no debía resultar sorpresiva para nadie, pues de hecho desde antes de iniciar el camino con Hugo Hernández, técnico que se quedó como timonel en lugar de Ricardo Ferretti, el presagio por lo general siempre fue negativo.

Y es que en sí, qué otro futuro podía tener un equipo desarmado, con pocos elementos de real valor, con veteranos de clase, pero veteranos al fin de cuentas y con jóvenes que a pesar de que en su debut destellaron, al correr de los juegos algunos de ellos pensaron ya tenerla hecha y perdieron piso.

Con el retorno de elementos no deseados por la afición local como el caso de Gustavo Nápoles, o hasta con refuerzos que nunca pudieron demostrar dicha etiqueta, salvo cumplir con el nivel que les dejó el transitar sin pena ni gloria en otros equipos.

Incluso con elementos como Sergio Pérez quien como única carta de presentación por ejemplo, tenía la nada honrosa virtud de haber anotado el gol con el que agónicamente salvó a su equipo...

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