Entre el fuego y el pánico

AutorSilvia Garduño

MÉXICO.- Hacía suficiente calor para dormir en cubierta.

En el puerto de Mazatlán, Sinaloa, la gente comenzó a extender sus cobijas y bolsas de dormir en la superficie del Maya, un buque auxiliar de transporte que la Secretaría de Marina adquirió en 1988, pero que fue construido en la década de los 40.

Quienes no alcanzaron a acomodarse en cubierta, lo hicieron en las bodegas que almacenaban los víveres que serían trasladados hasta la colonia penal de las Islas Marías.

Eran casi las 7 de la noche y el sol comenzaba a esconderse en el horizonte. Previendo una travesía de al menos 12 horas, los pasajeros se dispusieron a dormir, arrullados por el oleaje del Océano Pacífico.

A bordo del Maya viajaban 78 familiares de custodios y presos cautivos en las Islas Marías, 9 misioneros, 2 sacerdotes y 30 marinos. Hacia la medianoche, prácticamente todos estaban dormidos.

Pensaban levantarse con los primeros rayos del sol del jueves 2 de julio, pero despertaron de madrugada.

'¡Traemos tambos de gasolina!'

Un intenso calor en la bodega donde dormía Francisco, de 10 años, lo despertó pasadas las 3 de la mañana.

Notó que los tenis que llevaba puestos se habían teñido de negro. Su hermanita, que estaba descalza, sentía que se quemaba al poner los pies sobre el piso.

Francisco preguntó a un marino si el calor del cuarto y lo negro de sus zapatos eran normales.

De inmediato, el marino llevó a Francisco, a su hermana y a otras personas a cubierta.

El tintineo de unas campanas y la luz roja de una sirena despertaron a la gente que yacía dormida en cubierta y en las bodegas.

En ese momento, sólo se podía ver una moderada nube de humo saliendo de las calderas del barco.

Minutos más tarde, cuando un marino abrió la puerta del camarote del capitán, salió una llama de 6 metros de altura, que rápidamente empezó a quemar el mástil del barco, que parecía derretirse como chocolate sobre la cubierta.

Al ver que los marinos usaban los extintores y que éstos, en lugar de apagar el fuego, generaban más humo que no los dejaba respirar, la gente comenzó a entrar en pánico.

Los 48 metros de longitud del Maya parecían ser un espacio reducido para la rápida expansión del fuego. Los pasajeros se replegaron en la parte posterior, donde, al parecer, estarían más seguros.

Sin embargo, el miedo iba en aumento.

"¡Traemos tambos de gasolina y diesel!", gritó uno de los pasajeros que se encontraba cerca de los contenedores, precisamente en la parte posterior del barco.

El Maya iba...

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