Un futuro común o independiente

AutorRafael Arenas García y Homero Fernández

Aventureros irresponsables

Rafael Arenas García

El 27 de septiembre pasado se celebraron en Cataluña elecciones autonómicas. Los votantes estaban llamados para determinar la configuración del Parlamento autonómico, que ejerce amplias competencias de acuerdo con lo establecido en la Constitución española y en el Estatuto de Autonomía de Cataluña. Este Parlamento, además, designa al Presidente de la Comunidad Autónoma, quien dirige el Gobierno regional y representa al Estado en Cataluña.

Esta era la finalidad formal de la jornada; pero los independentistas catalanes, entre ellos el propio convocante de las elecciones, el Presidente regional, Artur Mas, pretendían que la consulta se convirtiera en un plebiscito sobre la independencia de Cataluña. Su objetivo era que los comicios determinaran si se iniciaba o no el proceso de secesión que había sido previamente pactado por los partidos separatistas. De acuerdo con las reglas que ellos mismos, los separatistas, habían formulado, en caso de que los diputados obtenidos por los partidos o coaliciones independentistas ("Junts pel Sí" y CUP) supusieran la mayoría absoluta en la Cámara (68 diputados sobre 135) se considerarían legitimados para iniciar el proceso de secesión.

Interesa destacar que estas reglas y condiciones (identificación de los partidos que serían considerados independentistas y determinación de las mayorías necesarias) habían sido fijadas de forma unilateral por los propios independentistas, por lo que carecían de validez legal o de legitimidad democrática.

El resultado final ha sido el de que la coalición "Junts pel Sí" y la CUP obtuvieron conjuntamente 72 diputados, esto es, más de la mayoría absoluta; pero sin alcanzar el 50 por ciento de los votos. Esto es, menos de la mitad de los catalanes optaron por partidos independentistas.

La pregunta ahora es la de qué sucederá. Los independentistas han ganado las elecciones y, además, con mayoría absoluta; pero, a la vez, se ha mostrado que el independentismo no solamente está lejos de tener un respaldo masivo; sino que ni siquiera llega a ser mayoritario en Cataluña. Los independentistas no pueden apelar a una amplia voluntad popular a favor de la secesión y carecen de legitimidad para -como han hecho hasta ahora- hablar en nombre del pueblo de Cataluña. Este pueblo catalán está dividido y si alguien pudiera arrogarse la facultad de representarlo deberían ser precisamente los no independentistas, los que, aparentemente, son mayoría...

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