Gabriel Zaid/ ¿Cómo terminan las insurrecciones?

AutorGabriel Zaid

Los estrategas militares tienen catálogos de todo lo que puede suceder cuando el poder se enfrenta a una insurrección, y hasta cálculos de probabilidades sobre los desenlaces posibles, según las distintas relaciones de fuerza, estrategias, tácticas, pertrechos, circunstancias. Se dice, por ejemplo, que en un enfrentamiento entre ejércitos, la relación de fuerzas debe ser cuando menos de tres a uno, para asegurar el triunfo. En cambio, para copar un movimiento guerrillero, la relación tiene que ser mucho mayor: diez a uno o más.

Un grupo guerrillero que se pierda en zonas inaccesibles, que se mueva constantemente y evite los enfrentamientos, puede seguir a salto de mata años y décadas. La ilusión de exterminarlos es una fantasía autoritaria y contraproducente. Lo ideal para la guerrilla es realizar ataques inesperados y llamativos: que salgan en los periódicos, que exhiban la impotencia de la fuerza pública, que provoquen la represión indiscriminada y así desprestigien al gobierno. La guerrilla no puede llegar al poder por las armas: sólo puede desprestigiarlo hasta crear un vacío, donde está la oportunidad política de montarse en un consenso contra el régimen, como lo hicieron Castro y los sandinistas frente a Batista y Somoza.

Este es el desenlace ideal para la guerrilla, aunque poco frecuente. Lo más común es que la insurrección termine en nada. Pero ¿cómo termina? Seguramente hay una tipología basada en el análisis de casos reales. El mundo está lleno de antiguos jefes guerrilleros que dejaron las armas, con explicaciones que dan en las entrevistas o pueden leerse entre líneas.

Los golpes de Estado terminan rápidamente, cualquiera que haya sido el resultado. La guerrilla evita la confrontación y, por lo mismo, puede no terminar nunca: más bien termina por cansancio. Vivir a salto de mata es incómodo, no obtener resultados es frustrante, analizar con realismo las probabilidades de un milagro puede ser desolador. A lo cual se suma la reflexión sobre las razones para estar en armas. Pasan los años, salen las canas y un buen día el combatiente se pregunta: ¿Qué estoy haciendo aquí?

Cuando Carl von Clausewitz (1780-1831) escribió que "la guerra es la continuación de la política por otros medios", no estaba diciendo, como ahora se entiende vulgarmente, que las decisiones políticas deben imponerse por las buenas o por las malas, sino algo muy distinto. Si tomas una plaza que no necesitas para tu proyecto político, tu victoria es absurda, "pues...

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