Gabriel Zaid / No saben qué hacer

AutorGabriel Zaid

El mayor problema político de México es actualmente el desafío impune a la ley. No accidental o visceral, sino planeado, por vía armada o "pacífica": el desacato, la ocupación de espacios públicos, el vandalismo, la extorsión, el secuestro, la trata de personas, el tráfico de drogas.

El mayor problema económico es el estancamiento. El mayor problema social es el desánimo y la falta de confianza en las autoridades.

Frente a todo esto, los poderes públicos han sido omisos o desacertados, y no era de esperarse. Se suponía que el PRI era autoritario y corrupto, pero cuando menos sabía imponer la paz, el desarrollo y la confianza. El pacto del PRI con los mayores partidos de oposición y el asombroso consenso sobre las reformas necesarias parecían renovar la tradición interrumpida: responder a lo que esperaban los votantes que lo llevaron de nuevo a la presidencia.

"Pero yo ya no soy yo, ni mi casa es ya mi casa" -dice el "Romance sonámbulo" de García Lorca. O el PRI ya no es lo que era, o no sabe qué hacer en las nuevas circunstancias o nunca supo tanto como se creía. Desde luego, en los dos sexenios panistas no supo ser oposición y aprovechar la alternancia para que otros sacaran las castañas del fuego. Y, antes, cuando tuvo plenos poderes y una amplísima aceptación nacional e internacional, perdió la brújula desde 1968.

El presidente Gustavo Díaz Ordaz no supo qué hacer ante una protesta estudiantil que pudo atender, en vez de exacerbar. El presidente Echeverría enfrentó los problemas innecesarios creados por el desacierto criminal de Díaz Ordaz, pero tampoco supo qué hacer. El presidente López Portillo intentó resolver los problemas adicionales creados por Echeverría, y fracasó, a pesar de la abundancia petrolera caída del cielo o surgida de los veneros del diablo -como dijo López Velarde. Creó una tercera generación de problemas innecesarios, que se acumularon a los anteriores.

El candidato y luego presidente De la Madrid tuvo el acierto de ver que el problema de fondo era la corrupción, y ofreció resolverlo. Cuando le preguntaron cómo, respondió: "Yo sé cómo". Pero no sabía. Quiso cumplir la famosa Renovación Moral, y ordenó a su gabinete: que al terminar este sexenio, no se hable más de corrupción. Y, en efecto, no se habló.

Por cierto que el presidente Peña Nieto y su secretario de Gobernación han tenido un éxito semejante en la guerra contra el crimen. Prometieron superar la...

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