La Gaceta del Charro / Un domingo con las sirenas

AutorGermán Dehesa

Del desprecio a la admiración. Todo indica que con respecto a nuestro arte popular éste es el difícil camino que estamos recorriendo. Durante un buen (un mal) número de décadas el trabajo de nuestros artesanos fue visto con indiferencia y con abierta o solapada repulsión. De nuevo se hizo presente esa lacra mental que nos habita: si es mexicano, no puede ser bueno; si es extranjero, no puede ser malo. Y así comenzó el reinado de la naquez: lladrositos, muranitos, espadas dizque del Cid, muebles "Imperio" (del horror), harto terciopelo y el escudo de la familia López, que no eran unos López cualquiera, sino que eran otros López directamente vinculados con la casa real de Andorra (Andorra: dolor púbico que experimentan los que andan mucho). Guácala. Los mexicanos se impusieron como un principio de "buen gusto" y de enaltecimiento estético el horror por todo lo que surgía de manos mexicanas. Sometidos a este implacable "ninguneo", los artesanos mexicanos perdieron el rumbo y el respeto por su trabajo y se pusieron a crear puros horrores para consumo de ¿quienes creen?, de los extranjeros.

Yo no sé con exactitud cuál fue el preciso día en que nos decidimos a oponernos a esta arrasadora conspiración de la fealdad; lo que me consta es que, de un tiempo para acá recuperamos el camino, los mexicanos avanzamos rumbo a México y vamos redescubriendo sus infinitos prodigios, su colorida trama, sus cadenciosas músicas, la exquisita confabulación de sus aromas y sus sabores, sus textiles que nos protegen y arropan con tersuras y múltiples colores desleídos (¡qué elegantes y qué mujeres se ven las mujeres con rebozo!); el oro, la plata, el cobre, el jade, la obsidiana, la pinche piedra (decía Sabines), el papelillo, la chaquira amistándose todos ellos para obtener esa belleza que les imponen las manos y la loca y desbridada imaginación de nuestros artistas de huarache, mezclilla, manta, hambre y petate: nuestros artesanos.

Mucho tuvieron que ver con esto doña María Esther Zuno, Fonart, nuestros arquitectos y artistas plásticos que en su obra magnífica mostraron sus raíces populares, publicaciones como "Artes de México" y la intensa reflexión de antropólogos, académicos y expertos en arte; pero todo esto hubiera sido una tarea incumplida de no haber surgido una creciente comunidad de enamorados del arte popular mexicano...

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