La Gaceta del Charro / Extraña semana

AutorGermán Dehesa

Después de los días de triunfo y rosas que me obsequiaron los Medias Rojas, esta semana comenzó mal, pero fue empeorando. Y que conste que los aztecas nada más tuvimos tres días hábiles. No quiero ni pensar en lo que hubiera ocurrido si hubiese sido completa. La muelte, chico, la muelte. En mi caso, la semana tuvo un agravante nada desdeñable: los habitantes de esta casa que trabajosamente se yergue entre las dantescas ruinas de la zona cero no tuvimos tan siquiera el consuelo de incorporarnos al mortuorio megapuente y no pudimos fugarnos, ya no digamos a Acapulco; ya nos hubiéramos conformado con un módico chapuzón en Tepetongo, lugar de ensueño. No se pudo. Compruebo que es más fácil escaparse del penal de Puente Grande, que de la zona cero con todo su tiradero. Además, está el dolor.

Digamos algo: hay penas que no pueden expresarse. Ni pueden, ni deben, pienso yo. Me parece que algo tiene de petulancia y de impudor el mero hecho de intentar hacer "literatura" alimentada por la agonía de un ser querido (y todos hemos pasado o pasaremos por esto). Creo que el gozo, la dicha, la gracia (voluntaria o involuntaria) el canto de la vida son naturalmente difusivos y para mí es un gusto enorme encontrar y compartir motivos para la sonrisa. El dolor me trabaja de otra manera: me hace caer de bruces sobre mí mismo, me exige silencio y soledad. Sólo puedo hablar de él, y con trabajos, en tiempo pasado, en ese momento en que el alma en su marino movimiento decide desprenderse de esa carga. En lo que esto ocurre, me desencuentro con las palabras y, por el momento, lo único que puedo expresar es mi enorme gratitud contigo, lectora lector querido, que has acudido a este duelo con esa prontitud con la que la sangre asiste a la herida. Te doy las gracias a nombre de Caíto, de su mujer, de su hermano Delfor Sombra, gaucho compacto, y de todos los convocados por el amor y por el canto. Diría Sabines: he aquí que estamos todos reunidos. Lo estamos e inevitablemente esperamos que algo suceda. Mientras tanto, la vida sigue.

Éste es un viaje al corazón de las tinieblas, o al fondo de la noche. Las cosas no mejoran si en el reparto aparece (¿se acuerdan del Cisco Kid?) el bizco Bush, estrábico del alma. Su victoria, aunque anunciada por mi hermanito Rattán y por L.E. Aute, me ha resultado extrañamente sorpresiva y congojosa. La...

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