Juan García de Quevedo / Arnoldo Martínez Verdugo

AutorJuan García de Quevedo

Para Samuel Meléndrez: ejemplo de honestidad.

Los comunistas en México vivieron años y años en la clandestinidad o semiclandestinidad. Sus refugios fueron la universidad y los muchos grupos de estudio. Los comunistas y la izquierda en general contaban con las cabezas más lúcidas y más formadas intelectualmente del mundo político nacional. La vida diaria de los comunistas era difícil y complicada, no digamos su acción política en el mundo social que querían transformar.

En aquella época, amplios sectores de la clase política priista se pensaban poseedores de la verdad absoluta y el nacionalismo revolucionario era dogma fundamental. Lombardismo y cardenismo eran las aproximaciones más radicales a una revolución que debería desembocar en el socialismo. Para la izquierda comunista fue un gran desafío teórico deslindarse del lombardismo y todo lo que ello representaba.

Recordemos que Lombardo manejó la tesis de la alianza histórica del movimiento obrero con el Estado y como intelectual marxista tuvo una extraordinaria importancia en el movimiento obrero nacional y latinoamericano. Por tanto el esfuerzo teórico de los comunistas para deslindarse de él significó mucho estudio, divisiones, escisiones, que eran generalmente fracturas con el Partido Comunista. Estas fracturas no eran caprichos personalistas ni berrinches personales, como los que ahora vemos en el PRD. Eran fracturas teóricas que significaban elaboraciones intelectuales profundas y serias, así como debates de ideas en la interpretación de la realidad nacional y el papel de su partido.

Después del fracaso de la élite política priista al reprimir un movimiento estudiantil democrático como lo fue el 68, las alternativas radicales y violentas adquirieron una gran justificación. No podía entenderse cómo plantear, por los comunistas...

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