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Guadalajaras / Historia de un resentimiento (II)

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AutorGuillermo García Oropeza

Un resentimiento amarga la vida política jalisciense, como anteriormente lo hizo con la novogalaica y, en particular, fastidió la existencia del Muy Magnífico Señor don Nuño Beltrán de Guzmán, a quien no sólo superó siempre en fama (y dineros) Hernán Cortés, ese hidalguito extremeño muerto de hambre -Don Nuño era de excelentes y ricas familias castellanas- sino que además el Rey Nuestro Señor don Carlos V no lo recibió como gran conquistador en la corte sino que, en colmo de ingratitud, lo mandó al botiquín hasta su melancólica y resentida muerte, allá en 1544 (Guanatos era bebé de dos añitos) cuando era apenas un cuarentón envejecido por tantos trabajos y corajes.

El resentimiento arranca de que nunca , de don Nuño para acá , nos han dado el lugar que merecemos y que no nos ha hecho justicia ni el Rey ni la República ni la Revolución. A ver si ahora, ya merito, nos hace justicia la Reacción hecha neopanismo. Es decir, si se le hace llegar a Los Pinos al Señor Ingeniero don Alberto Cárdenas Jiménez como le decimos los que somos respetuosos, o Analfabebeto como le dirían los ingeniosos. Y este prospecto de que un jalisciense, SEA EL QUE SEA, se trepe por fin en la Silla ha generado un inédito entusiasmo y solidaridad estatal que ve casi como traidores a la Patria Chica a quienes no nos sumamos a él. Y bueno, esto es comprensible, porque ese resentimiento mencionado tiene larga historia de frustraciones. Expulsado el paisano Victoriano Huerta por los revolucionarios que se unieron para sacarlo Jalisco pensó que por fin le harían justicia, pero anda y vete con la justicia porque el poder lo tuvieron el de Coahuila primero, luego los sonorenses y dos michoacanos, incluyendo al Tata Lázaro. Después vinieron veracruzanos, un mexiquense, un poblano, cuatro chilangos cuatro y, para echarle sal a la herida jalisciense, hasta un colimote...

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