Guadalupe Loaeza / Cumpleaños

AutorGuadalupe Loaeza

Ayer fui a un cumpleaños; más que fiesta, parecía un velorio. Los invitados eran puros ancianos, pero el más viejito de todos era el cumpleañero, quien a pesar de cumplir 90 años, parecía como de 120. Su imagen era más que lastimosa, vestido con un traje de grandes hombreras y solapas anchas, su corbata de poliéster se veía sucia y el pelo demasiado oscuro, como ala de cuervo. Los demás invitados se veían tan tristes y desaliñados como el viejo patriarca. No muy lejos de la cantina se encontraba el típico trío de los años sesenta. Con una voz aguardentosa, cantaban "Reloj, no marques las horas...". A pesar de las porras, las maracas y consignas dichas a gritos como: "hoy estamos más unidos que nunca", se percibía un ambiente depresivo y un extraño olor a naftalina. El pastel de nueve pisos pletórico de velitas y cuyo betún era verde, blanco y colorado, de inmediato me hizo comprender que se trataba del cumpleaños número 90 del Partido Revolucionario Institucional; el más viejo de México por haberse mantenido en el poder más de 70 años y haber controlado absolutamente todas las gubernaturas, más los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial.

Entre acarreados, sindicalistas y ex funcionarios, vi muchas caras conocidas: eran los mismos "grillos" priistas de los que había escrito hacía más de 30 años. Allí estaban los "grillos kitsch", estos pertenecían al PRI desde los cincuenta; por lo tanto, utilizaban grillas antiguas. Se trataba de priistas que estaban en la frontera del dinosaurismo. Su forma de grillar era empalagosa y cursi. Con sus congéneres femeninas eran excesivamente caballerosos. Al presentarse decían: "Su seguro servidor". Cuando iban a las bodas, se inclinaban por los trajes ligeramente acharolados y por una corbata gris y un fistol de perla. Estos priistas tenían por costumbre mandar botellas de vino a otros grillos que consideraban con porvenir y que se encontraban comiendo en el mismo restaurante. Cuando a lo lejos, desde la otra mesa, se lo agradecían con su mano extendida hacían un gesto que sólo saben hacer los priistas como diciendo: "Maestro, a tu salud".

En la fiesta de cumpleaños me topé con muchos grillos nostálgicos. Extrañaban la época en que podían robar las urnas a mano armada, el auténtico tapadismo, los discursos retóricos, las demagogias echeverristas, los regalos de antes, como los Rolex de oro de 24 kilates, las decenas de guaruras, los...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR