Guadalupe Loaeza / Doña Corrupción

AutorGuadalupe Loaeza

Cuando México se fundó, según nuestro Presidente Andrés Manuel López Obrador, hace más de 10 mil años, época en que "pastaban los búfalos en lo que hoy es Nueva Yor (sic)", doña Corrupción ya había llegado a nuestro país, para quedarse. Desde entonces no ha cesado de corromper a cientos de generaciones de mexicanos, especialmente a los políticos, incluyendo a los ex presidentes, su respectivo gabinete, gobernadores y funcionarios menores. Es cierto que ha habido casos en los cuales no ha sido tan eficaz, por ejemplo: Benito Juárez, Francisco I. Madero, Adolfo de la Huerta, Lázaro Cárdenas del Río y Adolfo Ruiz Cortines, entre otros.

A lo largo de muchos sexenios, doña Corrupción ha sido la reina en el país. Llegó a consolidar su fama a tal grado que, desde hace tiempo, ocupa los primeros lugares a nivel mundial. Es tan poderosa que es la única institución en la que creen los mexicanos. Esto no ha hecho más que rejuvenecerla y hacerla aún más apetitosa, más atractiva, más seductora y más tentadora. Entre más la procuran y la endiosan, más se hace indispensable. Siempre le funcionan sus artimañas, mismas que ha ido afinando y sofisticando. Sus métodos son para todo tipo de mexicanos, no importa la edad, el sexo, la profesión, el nivel social y económico; no importa si son personajes importantes o gente de a pie, o campesinos, o si pertenecen al Ejército; ella está allí para todos: periodistas, intelectuales, huachicoleros, terratenientes, petroleros, empresarios, artistas, contadores, licenciados, deportistas, aduaneros, transportistas y hasta sacerdotes.

Doña Corrupción es muy nostálgica, le encanta evocar épocas de la historia política de nuestro país en donde ha reinado con la mayor libertad, pero no hay duda que el sexenio que más le provoca añoranza es el del ex presidente Miguel Alemán. Cuenta que en esos años nunca se había sentido tan libre y respetada. Escuchémosla dar su propio testimonio: "Me dejaban hacer todo lo que yo quería, no tenía límites. El dinero en dólares corría como agua. ¿Cuántos Cadillacs, residencias, aviones, kilómetros de playas vírgenes, tierras, negocios, fábricas, extensiones de sembrados de chayotes, periódicos, edificios en el extranjero, no se adquirieron gracias a mí durante el alemanismo? Entonces pensaba que había llegado a mi máxima performance...

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