Guadalupe Loaeza / Setenta y dos

AutorGuadalupe Loaeza

No hay nada peor que cumplir años... sobre todo a esta edad. Para no caer en la depresión, como suele sucederme año con año, en esta ocasión decidí invitar a cuatro amigas y festejar esta fecha tan importante en Acapulco. Sin exagerar puedo afirmar que ha sido el cumpleaños más fraternal, cálido y divertido que he tenido en los últimos tiempos.

Siempre he creído en la amistad, especialmente entre mujeres; cada vez estoy más convencida que cuando es verdadera, espontánea y desinteresada, es la mejor vitamina tanto para la salud física como la mental. Siempre que regreso de comer con una amiga, me siento revitalizada, con muchas ideas nuevas y con ganas de emprender nuevos proyectos. Entre más empoderada, viajada, leída, independiente, feminista, informada y exitosa sea mi amiga, más enriquecedora es nuestra amistad. No importa si para muchos mi amiga resulta demasiado intensa, locuaz, acelerada y hasta excéntrica. Sin duda son las más divertidas y a la mera hora, las más leales. Siempre se puede contar con ellas, mismo si se les llama a las tres de la mañana, para que vengan a nuestro auxilio, así sea al Torito, o porque nos quedamos sin gasolina en medio de la calle.

Tengo la fortuna de contar con todo tipo de amigas: las de derecha, las izquierdosas, las conservadoras, las muy persignadas, las desmadrosas, las gastadoras compulsivas, las frívolas, las intelectuales, las divorciadas, las arrejuntadas, las que todos los días checan su Tinder, para ver si aparece su príncipe azul, las criticonas, las chismosas, las workaholics, las desempleadas y hasta las muy pobretonas. Con las que no podría relacionarme es con las envidiosas, las competitivas y, especialmente, las soberbias que a fuerzas quieren tener la razón las 24 horas del día.

Fue precisamente gracias a una muy buena amiga, quien me prestó su espléndido departamento en Acapulco en una de las zonas más bonitas y seguras del puerto, que pude invitar a un cuarteto de amigas. No fue fácil lograr que pudieran en las fechas más cercanas a mi cumpleaños, o bien, estaban de vacaciones con su familia, otras no podían por el trabajo y no faltó una que otra que me dijera: "Es que Acapulco es muy peligroso". Las que me dijeron que sí, que faltaba más y que estaban más puestas que un calcetín, llegaron felices con sus pareos todos floreados, su traje de baño (de una sola pieza) súper escotado, su sombrero de palma y con todo tipo de...

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