Herbert Taylor/ Algo más importa que la política

AutorHerbert Taylor

Frente a la cabaña, un gran macizo de pinos que forman una muralla verde con sus olores boscosos ayer era la pared de neblina que se movía como danzante, como si fuera un gran telón en el que se debía adivinar qué hay detrás. Uno de mis hijos, el más grande, decía que eso era el humo del ocochal que quemaba el vecino; a sus 7 años no existe todavía la proporción y sí la fantasía.

Nos hemos vuelto a encontrar, como cada día, sólo que ahora el tema es nosotros y sólo nosotros, sin prisas, sin agendas apretadas y sin compromisos supuestamente importantes. Estamos los seis durante cuatro días para gozarnos y conocernos más aceleradamente que en casa. Sí, somos la pareja y los cuatro hijos.

Es la primera vez que estrictamente nos encontramos los seis y sólo los seis, sin distracciones de amigos o familiares que compartan nuestro espacio.

Caminamos durante un largo rato hasta la cascada, fue para ellos una inmensa jornada que duró lo que nunca antes, no más de una hora de camino, pero toda una hazaña para un par de niños de 4 años. Fue algo impactante y maravilloso escuchar a la pequeña de año y medio repetir "¡agua, agua, agua!", abriendo como nunca sus inmensos ojos negros al haber descubierto cómo el agua cae desde una pared de más de 30 metros, que para ella ha de ser como el infinito. Los otros tres veían atentos y se refrescaban con la brisa, y preguntaban qué tan hondo era el estanque y si se podía nadar en él.

El más grande les pudo presumir a los demás que él sabía montar a caballo, y que el suyo podía correr. Los cuates se reían al trote de su alazán y la más pequeña se durmió en los brazos de su madre cuando aceptó que su caballo se quedó atrás; su fatiga era entendible, ya era mediodía, la hora de su siesta; sólo a nosotros se nos ocurre cruzarnos con su descanso.

La casa en el árbol fue el refugio para que los niños conspiraran y encontraran su espacio de independencia; desde ahí se acordó que cenarían sólo quesadillas y chocolate, eso es lo que le gusta a una de las niñas. Fue esa casita su posesión y no se permitía la entrada de los adultos, ellos gobernaban ahí y desde ahí.

En el bosque encontramos y construimos toda una fantasía, los hongos anaranjados que...

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