Humberto Musacchio/ El motin de los policias

AutorHumberto Musacchio

Hay días en que hasta el más ferviente chilango lamenta vivir en la capital. El viernes resultó uno de esos días y nadie debiera minimizar los hechos. Lo que ocurrió fue extremadamente grave, pues a los problemas de costumbre se agregó un motín de buena parte de la fuerza pública con que cuenta la ciudad.

El viernes pasado se anunció una marcha de los paristas de UNAM. Debido a la sicosis inducida por los medios de comunicación, ese solo hecho bastaba para crear incertidumbre. Pero el problema se presentó en otros frentes: de manera simultánea, en forma al parecer orquestada, en varios puntos de la ciudad piquetes de granaderos y policías montados bloquearon bocacalles estratégicas y desquiciaron el tránsito y los nervios de la ciudad.

En la mañana del mismo día, trabajadores de Chapingo, hartos del despilfarro y la corrupción que privan en su centro de labores, acudieron a la Secretaría del Trabajo y bloquearon el Periférico en ambos sentidos. Como el cuerpo antimotines estaba amotinado, las autoridades capitalinas improvisaron un contingente para acabar con el bloqueo del Periférico, lo que se consiguió con una alta dosis de violencia que causó lesionados en ambas partes. La televisión mostró escenas de gran brutalidad, pero al parecer nadie se molestó, pues una acción como la emprendida por los chapingueros la viven los capitalinos como agresión contra su derecho al libre tránsito.

Pese a la energía o la brutalidad empleada, el bloqueo del Periférico se prolongó varias horas ante la irritación de la gente que vive o trabaja en el sur de la ciudad y de quienes tenían algo qué hacer por aquel rumbo. En la tarde, como estaba anunciado, los huelguistas universitarios marcharon del Casco de Santo Tomás al Zócalo, con lo que se acabó de partir en dos la ciudad. Pero lo peor fue que los cinco bloqueos ejecutados por policías, tres de ellos en zona céntrica y dos más en el oriente, mantuvieron estrangulada la circulación hasta después de las 22 horas, ante la impotencia de la población de esta urbe y de sus autoridades.

Gran parte de los problemas que vive la capital tienen su origen fuera de su territorio o no corresponde a las autoridades locales la solución. Un ejemplo a la mano es el de los trabajadores de Chapingo, quienes han encontrado oídos sordos entre los administradores de su centro de labores y en otras dependencias obligadas a atender su problema. Lo mismo ocurre con los actores de otros conflictos, que vienen hasta aquí por falta...

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