Isabel Sepúlveda / Austeridad o avaricia

AutorIsabel Sepúlveda

Es fácil confundir austeridad con avaricia. Muchos de quienes se presumen austeros son, en realidad, avaros inclementes y paranoicos que acumulan sin razón ni medida.

En realidad, la austeridad es vivir de forma sencilla, sin excesos. Una persona austera es ordenada en sus gastos y sabe compartir lo esencial. No necesita hacer alarde de su sencillez para que los demás le crean, esa es la normalidad en su vida.

En los gobiernos sucede algo parecido. Un gobierno austero reduce el gasto público y sube impuestos para beneficio colectivo. Para ser eficaces debe hacerlo bajo la mayor transparencia, rendición de cuentas y un sistema de justicia efectivo para sancionar la corrupción.

El Gobierno federal dice ser austero. Sin embargo, sus acciones muestran más una Administración tacaña e insensible que un Gobierno racional y ordenado.

Los ahorros generados por la despiadada sequía financiera impuesta a prácticamente todas las dependencias gubernamentales están siendo acumulados de forma irracional y peligrosa. Irracional por los salvajes recortes como los aplicados al Sector Salud.

Ahora, López Obrador apunta su tijera hacia el financiamiento de los partidos políticos. Por años, la sociedad civil ha denunciado las ofensivas cantidades que los partidos se han autoasignado, aprobadas por sus fracciones parlamentarias. Hoy, Morena propone una iniciativa de ley para reducir en 70 por ciento la cifra que asciende a 5 mil 703 millones de pesos. De aprobarse la iniciativa, quedaría en mil 879 millones. Bien.

El problema es qué piensa hacer el Presidente con semejante ahorro. Y es aquí donde la austeridad se vuelve peligrosa avaricia: sólo se gasta en lo que él decide. Todo indica que la enorme reserva monetaria que el Gobierno federal está acumulando será dilapidada en construir la refinería de Dos Bocas, el aeropuerto de Santa Lucía y el Tren Maya, obras inútiles, carísimas y depredadoras del medio ambiente; y en financiar a Pemex y la CFE, en vez de aprovechar lo positivo de las inversiones privadas que ya habían sido pactadas y canceló.

La avaricia también es característica de funcionarios públicos estatales y municipales coludidos con empresarios a quienes no les interesa la responsabilidad social, económica y ambiental. En Jalisco tenemos dos ejemplos que persisten.

Los desarrolladores inmobiliarios que, a pesar de tener conocimiento del peligro de construir en zonas proclives a inundarse en lluvias, derriban o queman...

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