Isabel Sepúlveda / Humanismo o xenofobia

AutorIsabel Sepúlveda

Todos somos descendientes de migrantes, lejanos o recientes. Todos. Pocas cosas conmueven más que conocer la epopeya vivida por aquellos ancestros que dejaron familia, terruño, costumbres y amigos, en lugares remotos, hasta lograr establecerse definitivamente en el lugar que hoy nuestra generación considera hogar y Patria.

Hogar, nación e identidad que no estamos dispuestos a dejar, por el enorme dolor que provoca partir definitivamente. Lo hacen quienes se ven obligados por la miseria, por lograr una mejor calidad de vida, o como refugiados por el peligro de muerte que representa la violencia en forma de guerra o de delincuencia incontrolable.

Entonces y ahora, ha habido reticencia y problemas para aceptar a los recién llegados, porque creemos que amenazan la estabilidad social; porque representan nuestros temores: costumbres diferentes, pobreza, dificultades y hasta suciedad; pero sobre todo porque sabemos que nos necesitan y piden cosas que no damos fácilmente: trabajo, atención, solidaridad.

Es cierto, las condiciones socioeconómicas de muchos países o ciudades a las que arriban o están de paso, aunque sean mejores que sus lugares de origen, tampoco tienen la capacidad de albergar y mantener oleadas de miles de migrantes que llegan de golpe.

Y eso es lo que sucede hoy en México. Por eso duele, desconcierta, la actitud errática del Gobierno federal, que no muestra estrategia alguna para enfrentar un problema humanitario que se ha agravado terriblemente.

Al inicio de su mandato, López Obrador declaró puertas abiertas a quienes desearan migrar a México, les ofreció empleo y seguridad. Con las condiciones de extrema pobreza y altísimos índices de violencia, mucho peores que las de nuestro país, ¿cómo no iban a dejarse venir a través del Río Suchiate, cientos de miles de personas?

Mientras, el Gobierno de Trump cortó de tajo los apoyos económicos a programas sociales a Centroamérica y endureció su política migratoria. Y de repente sorprende a México con la amenaza de imponer aranceles del cinco por ciento, a todos los productos mexicanos que ingresen a EU.

Nuestro Presidente aceptó condiciones humillantes para evitar el chantaje de Trump: ser el feroz perro guardián con muros de miles de efectivos de la Guardia Nacional, en sus fronteras norte, sur y en la zona del Istmo, para controlar el flujo migratorio.

No hubo coordinación entre miembros de su Gabinete o con empresarios exportadores y expertos en políticas...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR