Isabel Turrent / ¿Humanismo?

AutorIsabel Turrent

En Palacio está de moda el humanismo. Una palabra más en el universo político de López Obrador -que parece estar convencido de que gobernar es hablar- para pulir su imagen política cada vez más desgastada por los hechos. No es una mala elección. Humanismo es, a diferencia de liberalismo, un término neutro y positivo que nadie se atrevería a rechazar, y tan ambiguo, que pocos saben qué significa.

El disfraz retórico perfecto para justificar los "otros datos" (que nunca tienen fuente); descalificar a opositores "corruptos" (sin mostrar jamás una sola prueba), y darles la vuelta a los dos únicos pecados mortales que, según Max Weber, ningún político debe cometer y son el modo de gobernar de López Obrador: la falta de realismo y el no asumir la responsabilidad por las decisiones que toma.

El humanismo como tarjeta de presentación le queda a López Obrador, y a su cohorte, como una espada a un santo.

Esa corriente de pensamiento, donde confluyeron aquellos pensadores ilustrados que sentaron las bases de la modernidad -desde Spinoza y Montesquieu, hasta Hume y Diderot-, convencidos de que existía una naturaleza humana universal, creía haber encontrado los resortes para firmar un acuerdo que acabara con la superstición, las guerras endémicas y la miseria hobbesiana que fue la condición de vida de la humanidad por milenios.

Su meta era construir los cimientos de una moral secular y promover el florecimiento de todos y cada uno de los seres humanos. Que todos tuvieran una buena vida, salud, felicidad, libertad, conocimiento y paz. Proponía buscar el bienestar de cada uno por encima de la lealtad a tribus, razas, naciones, religiones y al monarca o demagogo en turno.*

Este pacto -que es la base de los derechos humanos inscritos en las constituciones modernas- estaría fundamentado en la razón, que en teoría sustenta políticas incluyentes (es preferible respetar a los otros para que ellos nos respeten a nosotros), y en dos capacidades de los seres humanos -aprendidas por centurias-: cooperar con los demás para el bien común y la empatía con el sufrimiento de los otros, hombres, mujeres y niños, dondequiera que estén. Lo que llamamos sabiduría, dice Pinker, consiste en balancear los deseos contradictorios que abrigamos, y lo que llamamos moralidad y política, en equilibrar y encauzar los deseos opuestos que abrigan los seres humanos.

Al consenso humanista le debemos, entre...

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