Ivabelle Arroyo / Con nombre de Eva

AutorIvabelle Arroyo

Hoy es un día con agenda llena. En Jalisco se aprobará el jugoso presupuesto para el próximo año, en el DF se aprobará una medida más del creciente Estado gendarme y en el mundo todo se recordará a los varones que las mujeres no son sacos de box. Para colmo, ayer también fue ajetreado: cónclave priista con excusa de García Paniagua, el ITEI en defensa de Juanacatlán y el Presidente de la República en manos de Cristina Kirschner.

Duele hacer esos temas a un lado, pero el espacio de papel es un demonio que persigue a las ideas con un trinche ardiendo. Ni modo. Esta vez gana la fecha en el calendario, pues hay pocas oportunidades de sumarse al clamor por la violencia ejercida contra las mujeres. No es fácil: identificarse con causas sociales sólo por compartir características físicas es una bonita forma de hacer claudicar al pensamiento y el feminismo no es una de mis gracias, sobre todo porque frente a la discriminación se esgrime a veces uno muy retorcido.

De hecho, hay políticas públicas de género que no merecen sino abucheo por inútiles y perversas, como el famoso sistema de cuotas en los partidos. Todos saben de qué se trata: la norma obliga a postular un porcentaje mínimo de candidatas, hayan sido como hayan sido. Habrán de perdonar quienes llegaron a diputadas o regidoras porque sus compañeros se vieron obligados a darles chance, pero hay que decirlo: ese esquema es altamente nocivo para los espacios de representación, para los partidos, para la equidad de género y para la mujer.

Las acciones afirmativas como ésa se inscriben en un marco institucional que decide qué es lo que significa ganar y quiénes son los actores, pero que es reforzado y/o modificado por esos actores. En palabras llanas: una mujer que llega a un cargo por su falda y no por sus méritos, genera mecanismos para que otras linduras lleguen de la misma forma y de paso define el tipo de bellezas que jugarán en esa cancha.

Las mujeres adquieren un derecho artificial: tres de cada 10 espacios deben ser suyos porque sí, sin competirles a sus varones amigos, independientemente de cuántas de ellas tengan méritos para estar en cargos de representación. A ver, atención. Que no se malinterprete ni una coma. Hay diputadas, regidoras y funcionarias bravas que Dios guarde la hora: tienen más preparación y capital político que muchos de los...

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