Ivabelle Arroyo / Petersen y la zona de desorden

AutorIvabelle Arroyo

Este artículo iba a titularse El Alcalde Rosales y versaría sobre las instrucciones que salen desde el escritorio de la sede del PAN hacia la oficinas del Presidente Municipal de Guadalajara, pero siempre no. Dándole dos vueltas, es imposible no aceptar que las cosas en el Ayuntamiento tapatío están mucho más enredadas y que es inútil detenerse en una sola de las astillas que aventó la bomba priista.

No crean que esto va a aclararlo todo, no, la intención es bastante más humilde: apenas y se trata de contar el número de pistas en las que simultáneamente se está jugando en el Palacio Municipal. Y es que hay como cuatro, por eso la cosa está enredada.

A ver. Todo empezó con acusaciones de corrupción apuntadas hacia la Dirección de Obras Públicas por supuestas concesiones irregulares y condonaciones de pagos. Vaya usted a que le quiten una multa de 500 pesos, a ver si lo logra. ¿No? Qué extraño, porque la Ciudad se da el lujo de perdonar hasta 44 millones de pesos a los constructores y aparentemente sin violar las normas. Eso sí se puede, pero los responsables no contaban con las ganas que trae el PRI de meter denuncias penales. Ése es el primer tablero y los malos son todos: el ex director de Obras Públicas Gilberto Toscano, los constructores de la Torre Sao Paulo y hasta los hermanos Solano. Ese juego arrancó en noviembre y sigue una lógica judicial.

Un segundo juego inició en la Dirección de Cultura. Ahí, Lucía Solano supuestamente se encargaba de usar los empleos eventuales como zanahorias para afiliar al PAN y para desviar recursos que quién sabe si iban hacia el partido o a dónde. ¿Para qué querían afiliar gente? Se supone que para votar en democrática convención por Jorge Salinas, quien aspira a la candidatura panista a la Alcaldía. Él se ha deslindado pero el juego lo contempla.

La cosa no para ahí. Hay un tercer escenario pintado de rojo: el juego de la oposición. Salvador Caro, regidor priista, ha instrumentado todos los cañonazos al Ayuntamiento. Construyó redes, obtuvo información y dirigió la ofensiva. Su lógica es la del opositor que capitaliza los errores y la corrupción del gobierno en turno. ¿Hace mal? No. Haría mal si no jugara. ¿Tiene intereses políticos? Claro. Quién es el tonto que cree que un representante no los tiene. ¿Tiene la razón? En algunas cosas sí, en otras no.

Hasta ahora van tres pistas...

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