Ivabelle Arroyo / Robando para el templo

AutorIvabelle Arroyo

El Gobernador ya dejó a un lado el último velo del pudor. No sólo confunde sus creencias religiosas con su rol público, sino que además se hace bolas con la diferencia entre el manejo privado de su dinero y el uso del dinero público. Como todo eso está en una sola dimensión, él se hace cargo de satisfacer sus caros gustos con dinero que dice ahorrar del gasto público. Y vaya que salen caros sus lujos.

Él lo que quiere es ser amigo del Arzobispo, tener un lugar en primera fila en su Iglesia y morir sabiendo que el dinero que pasó por sus manos se fue como diezmo para construir un ostentoso palacio para el ala católica más equivocada. Sus gustos cuestan millones y su sueldo es a todas luces insuficiente, por lo que se ha visto en la penosa necesidad de idear ingeniosas formas de robar con eufemismos que confunden su razón y le dejan la conciencia tranquila. Él no roba, él usa dinero ajeno para agradar a su dios.

Ayer se lució el Mandatario jalisciense. Con la mano en la cintura, pasando por encima de los preceptos constitucionales que le dan forma al Estado mexicano, el nada aventajado en conocimiento teologal pero muy aplicado besaíconos católicos, entregó un cheque por 30 millones de pesos como adelanto de los 90 que pondrá para que se construya un macrotemplo turístico de un grupo religioso privado (el adjetivo es redundante, pero hay quienes han olvidado que la religión pertenece a esa esfera).

¿De dónde sacó el dinero y por qué no pide permiso para usarlo? Ah, es que, atención: él cree que salió de sus ahorros. Fueron los pesos que le sobraron después del gasto. Recortó un celular aquí, varios autos por allá, algo de papelería y voilˆ: 90 millones listos para donar a un grupo de presión. Qué lindo. El dinero entonces no salió de Pemex ni de los impuestos. Qué va: salió de su habilidad para guardar centavos del gasto corriente sin que se note y sin que tenga que rendir cuentas sobre éstos. ¿Tendrá más?

Su proceder genera sospechas fundadas, pero más allá de las elucubraciones sobre el irregular uso del dinero, el hecho grave es que un Gobierno elegido constitucionalmente, con las reglas del juego de un Estado laico modelado con sangre, se dedica ahora a construir un monumento a los mártires que se opusieron a esas normas. Eso significa que el Gobernador es culpable de que el Estado renuncie a ese deber de imparcialidad imprescindible para proteger, precisamente, la libertad religiosa. No logra entenderlo, por más que se le explique, y...

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