Jaime Sánchez Susarrey / Hora final

AutorJaime Sánchez Susarrey

¿Es irremediable? Todo parece indicar que sí. Porque no sólo se trata de una disputa por el poder. Es, además, un enfrentamiento ideológico y estratégico. La corriente de Gordillo parte de un supuesto y un diagnóstico: el PRI es mayoritario en ambas Cámaras y gobierna en 17 estados de la República. No se puede hablar, en consecuencia, de un partido de oposición, sino de uno que comparte el poder o, para decirlo en forma menos correcta, que cogobierna. De ahí el corolario: es absurdo soslayar los problemas que enfrenta el gobierno de Fox, porque son asuntos que incumben al Estado en su conjunto. Lo que no se haga ahora repercutirá negativamente mañana para todos: Gobierno y Oposición.

La postura de José Murat es exactamente la contraria. Ningún partido de Oposición en ninguna parte del mundo le hace la tarea fiscal al partido en el poder, dice el Gobernador de Oaxaca. El PRI no puede ni debe asumir ese costo. Sería absurdo y contra natura. Es más, la falta de logros del Gobierno de Vicente Fox es la avenida que conducirá al PRI a Los Pinos en el 2006. No se trata, por lo tanto, de una corresponsabilidad, sino de una guerra de posiciones. El Revolucionario fue derrotado en el 2000, pero no aniquilado. La guerra ha sido constante y el PRI salió bien librado. Hay que dar la batalla hasta el final. Las razones son estratégicas, pero también ideológicas. No se debe votar a favor de una reforma fiscal, ni de la apertura del sector eléctrico a la inversión privada. Son cuestiones de principio. Fox es el último capítulo del neoliberalismo salvaje. Hay que detenerlo.

Entre ambas visiones se sitúa Roberto Madrazo. Sus preocupaciones no son de orden estratégico o ideológico. El está ocupado en construir su candidatura a la Presidencia de la República. Nada más. Por eso lo mismo juega con los sectores más conservadores, que coquetea con las corrientes modernizadoras. Sus ambigüedades no son un mero capricho ni una inconsistencia, se fincan en una realidad: en el interior del PRI las corrientes duras son mayoritarias. Así lo confirma la reciente rebelión en contra de Gordillo y de su estrategia reformista. El priista promedio no simpatiza con la idea de corresponsabilidad ni de colaboración. Pero eso es sólo la mitad de la ecuación: la otra mitad es el mundo exterior y sus reclamos. Madrazo entiende que estaría perdido si la sociedad y los empresarios lo perciben como el hombre de la intransigencia, del no permanente. De ahí las constantes oscilaciones.

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