Jaime Sánchez Susarrey / Por un jefe de gabinete

AutorJaime Sánchez Susarrey

Y sí, habría que tomarle la palabra. Vicente Fox está cansado y está pensando en retirarse. Lo dijo claramente la semana pasada: "mi esposa y yo estamos construyendo planes para irnos al rancho, allá a escribir...". Las frases del Presidente, como bien lo señaló Enrique Krauze, son una expresión de nostalgia por el terruño. ¿Sorprendente? Sí y no. Sí, porque Fox está apenas a la mitad del camino y ya está pensando en retirarse. No, porque el Presidente es un hombre bueno, sencillo y campechano que ha demostrado que no tiene vocación política. Los laberintos y los pasillos del poder le han resultado incomprensibles e incluso desagradables. Las tareas diarias de la administración le aburren. Su campo es otro campo: las campañas y las giras, no los acuerdos ni las evaluaciones de gabinete. Durante estos dos años y medio ha tenido, también, serios problemas para fijar la agenda y las prioridades. Los bandazos recurrentes se explican, al menos en parte, porque el Presidente se siente descobijado, en un medio adverso, y se volvió muy dependiente de la opinión de unas cuantas personas. Es cierto que con el tiempo ese número se ha reducido, pero también es verdad que su personalidad no ha cambiado.

El desgaste personal del Presidente ha sido enorme. Nada le ha salido bien: ni la integración del famoso gabinetazo, ni las tareas prioritarias que se fijó (la pacificación de Chiapas en 15 minutos), ni la persecución y encarcelamiento de los peces gordos, ni los pactos y acuerdos con la Oposición para sacar adelante la reforma del Estado, ni las reformas estructurales, ni los planes para construir el aeropuerto de la Ciudad de México, para no hablar de los enormes y absurdos errores que se cometieron en política internacional y liquidaron en unos cuantos meses la buena relación que tenía con el Presidente Bush. A todos esos temas, Fox le entró con entusiasmo y buena fe. Pero el exceso de entusiasmo y buena fe termina convirtiéndose en ingenuidad y falta de malicia. La célebre conversación con Fidel Castro fue y sigue siendo ejemplar. Un hombre bueno que pone las cartas boca arriba frente a un lobo de siete suelas siempre resultará conmovedor o, lo que es peor, ridículo. Otro tanto puede decirse de su falta de sensibilidad para medir y evaluar las consecuencias de sus actos. Vicente Fox creía sinceramente que la relación bilateral México-Estados Unidos no se deterioraría como consecuencia del voto en el Consejo de Seguridad de la ONU.

La reacción inicial...

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