Jaque Mate/ Reforma fiscal

AutorSergio Sarmiento

"En este mundo no hay nada seguro, excepto la muerte y los impuestos".

Benjamin Franklin

Todo el mundo apoya en abstracto la idea de una reforma fiscal. El problema surge cuando se trata de definir su contenido. Todos queremos un sistema fiscal más justo que genere recursos para mejorar los servicios sociales. Pero nadie quiere pagar más impuestos.

México tiene una recaudación fiscal muy baja. El ingreso tributario del Gobierno es de aproximadamente 11 por ciento del Producto Interno Bruto. Esto es menos de la mitad de la recaudación tributaria en los países desarrollados o incluso en la mayoría de las naciones de Latinoamérica.

Al mismo tiempo, México tiene tasas de impuestos relativamente altas. En el Impuesto Sobre la Renta, por ejemplo, la tasa máxima en México es de 35 por ciento para personas físicas, la cual es superior a la de Estados Unidos y a la de los países de Asia -como Singapur y Corea del Sur- que han logrado altos ritmos de crecimiento y buena distribución de la riqueza. Nuestras tasas del Impuesto Sobre la Renta, sin embargo, son inferiores a las de los países europeos.

También en el caso del IVA tenemos en México una tasa relativamente alta. Es superior a los impuestos mercantiles estatales que se aplican en los Estados Unidos (lo que nos obliga a tener una tasa especial, de 10 por ciento contra el 15 por ciento general en la frontera para no favorecer a los comerciantes estadounidenses). Sin embargo, la tasa del IVA en México es inferior a las de los países europeos. A esto hay que añadir la tasa cero que se aplica a alimentos y medicinas, la cual elimina de un plumazo cerca de un 40 por ciento de la recaudación del IVA.

En circunstancias normales nuestras altas tasas de impuestos deberían ser suficientes para generar una recaudación bastante más alta de la que tenemos. Pero la evasión es tan grande que simplemente no obtenemos suficientes ingresos de ellas. La evasión significa que pagan justos por pecadores. El sistema fiscal mexicano está diseñado para obtener recursos aun cuando haya mucha gente que no pague. Por ello, quienes sí pagan impuestos terminan compensando a quienes no lo hacen.

Nuestro sistema fiscal simplemente no es competitivo. Veamos un ejemplo. Recientemente hablé con un ejecutivo mexicano-estadounidense de una empresa norteamericana que tiene una planta en México. Se trata de una de esas pocas personas que tienen libertad de elegir en qué país trabajar (y pagar impuestos) y en cuál vivir. Si bien...

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