Jesús Silva-Herzog Márquez / La realidad y las espaldas

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

La mayor tentación de la política es darle la espalda a la realidad. Ése es el error más común y también el más costoso del oficio. El político suele darse un lujo que ningún carpintero podría tomarse: negar lo que tiene en frente. El carpintero que cierra los ojos termina con el clavo en la uña, el político que hace lo mismo pasa por visionario, por tenaz, por decidido. Tiendo a pensar que el político se engaña a sí mismo más frecuentemente de lo que nos engaña. Sí: con frecuencia disfraza, adorna, oculta la realidad para su beneficio. La mentira es moneda común de ese comercio. Pero creo que la primera trampa de la política es la trampa que el político se tiende involuntariamente a sí mismo. Ve lo que le complace, oye lo que lo halaga, descree de lo que lo impugna. La percepción del político se filtra normalmente con autoengaño.

Las elecciones recientes en el Estado de México han dado muestra de esa tendencia. Para los partidos derrotados es más cómodo reiterar una cantaleta que emprender el camino de la autocrítica. A la crisis en que la elección los sumerge, los partidos responden con pancartas, no con argumentos. Darle vueltas a una matraca es más sencillo que taladrar en su conducta.

PAN y PRD se empeñan en darle la espalda a la realidad: perdieron por las razones comunes: una combinación de aciertos del adversario y errores propios. Lo hicieron en circunstancias que, desde luego, están lejos de ser ideales, pero, ¿puede con franqueza atribuirse a la trampa una victoria tan holgada? ¿Puede alguien creer que se activaron los mecanismos norcoreanos a los que aludió el Presidente Calderón en San Francisco, refiriéndose al antiguo régimen, para darle la reelección al PRI en el Estado de México? ¿Es aceptable el argumento de López Obrador de que los "anestesiados" votaron por sus "verdugos"? Ni lo uno ni lo otro. Ganó el PRI porque logró preservar su unidad, porque presentó un candidato que no lo debilitó, porque tiene de su lado el imán de una atractiva candidatura presidencial. Ganó el PRI porque sus adversarios jugaron muy mal sus cartas.

Exhibieron su convencimiento de que solos no podrían ganarle al PRI, se organizaron para aliarse, invitaron a la gente a respaldar su coalición y terminaron caminando por su cuenta. Antes de empezar la campaña habían anunciado su derrota. Nos decían que la alianza era la única forma de parar a Peña Nieto y darle una zancadilla a su candidatura presidencial, pero, ¿eso querían los mexiquenses? ¿Era...

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