Jorge Alcocer V. / El tupperware

AutorJorge Alcocer V.

Cuando el 1o. de septiembre de 1979 se instaló la LI Legislatura de la Cámara de Diputados (la de la Reforma Política) su recinto estaba aún en Donceles y Allende, para el que un ingenioso carpintero diseñó bancas corridas, como en las gayolas de los cines de antaño, para hacer posible que en el pequeño recinto cupieran sentados los 400 diputados.

Los asesores seguíamos las sesiones desde palcos ubicados al lado del foro principal. Años antes, desde uno de esos palcos, un rijoso panista arrojó alfalfa a los diputados del PRI mientras les gritaba "voten borregos"; ofendido, el líder cañero José María -Chema- Martínez desenfundó su pistola y fue a encarar al rijoso quien para su defensa levantó una silla como ariete. Excélsior dio cuenta del zipizape con una foto en primera plana en la que el líder cañero apuntaba con su pistola al joven Diego Fernández de Cevallos.

En el recinto de Donceles no había restaurante ni cafetería; los diputados desayunaban y comían en los de las calles aledañas, con cargo a su propio dinero; cuando la sesión se prolongaba el oficial mayor mandaba comprar, en las cantinas cercanas, tortas y tacos, a veces caldo de camarón, que diligentes edecanes repartían. En 1981 el recinto cambió al Palacio Legislativo de San Lázaro, inaugurado con el V informe de José López Portillo. Tampoco había restaurante y para colmo no existía ninguno cercano. Llegada la hora de la comida, los diputados se turnaban para ir a las cantinas cercanas, La hija de Moctezuma era la más frecuentada. Cuando la sesión se prolongaba hasta altas horas de la noche, la cena era llevada por las edecanes, curul por curul, consistía en pozole, tamales, o lo que el oficial mayor encontraba a esas horas.

En mi legislatura (LIII), ante el reclamo de las oposiciones y de muchos diputados de la mayoría, se acordó abrir un restaurante en San Lázaro para dar servicio a legisladores, asesores y empleados. Era una cocina económica de bajo precio, en la que, como en cuartel, cada comensal pasaba con su charola a que le sirvieran los alimentos del día, sin venta de cerveza ni licores. Cada diputado pagaba su consumo. Fue después de la restauración por el incendio de 1989 que se decidió otorgar concesiones para la operación de restaurantes dentro del Palacio Legislativo.

Una historia similar ocurrió en el Senado, en donde además la estrechez del recinto de Xicoténcatl, aún más pronunciada que la de Donceles, hacía imposible instalar un restaurante, por lo que eso...

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