Jorge Suárez-Vélez / Sin unirnos, no hay cómo

AutorJorge Suárez-Vélez

Ayer se cumplieron dos años del triunfo de López Obrador y de Morena en las urnas. La tercera fue la vencida, después de perder por estrecho margen la elección de 2006, y por uno mucho más amplio la de 2012.

Es justo reconocer que su gobierno heredó problemas serios y añejos que nadie podría resolver en los 19 meses desde la toma de posesión. México ya era la economía latinoamericana que menos creció desde el año 2000, superando sólo a la de Venezuela, que vive una ruina apocalíptica. El desastre de Pemex también comenzó hace décadas, siendo hoy quizá la peor empresa petrolera en el mundo. Estábamos ya asolados por descarada corrupción y repugnante impunidad que llegaron a niveles insoportables con Enrique Peña Nieto. Hemos sufrido la ausencia de un Estado de derecho y, en consecuencia, vivimos fustigados por violencia creciente proveniente de organizaciones criminales que controlan, sin pudor, regiones enteras del país. Nuestra recaudación fiscal es baja, a pesar de que nuestras tasas impositivas no lo son, porque más de la mitad de nuestra actividad económica ocurre en la informalidad. Hemos tolerado un capitalismo "de cuates" en el que el piso no es parejo, y la cercanía con el gobierno en turno ha sido históricamente una rentable "bendición" para unos pocos. Decenas de millones de mexicanos vivían ya en condiciones de pobreza, y nuestra economía es de las más desiguales del planeta.

Pero habíamos avanzado. Desde 1997, México inició una trayectoria firme hacia la democracia y es justo afirmar que hoy el acceso al poder pasa irremediablemente por las urnas. Habíamos logrado construir órganos autónomos independientes que eran, crecientemente, contrapesos importantes y fuente de capacidad técnica para encauzar regulación y decisiones de política económica. Nuestra sociedad civil ha ido en ascenso. Tenemos probablemente al banco central más respetado entre todas las economías emergentes, fruto de dedicación y profesionalismo a partir de las semillas que hace décadas plantara don Miguel Mancera, el epítome de lo que debe ser un banquero central. Tenemos empresas de clase mundial. Logramos diferenciarnos del resto de nuestra región abandonando el anticuado modelo de país exportador de materias primas, para exportar más...

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