Jorge Volpi / American crime

AutorJorge Volpi

Durante horas, el público estadounidense estuvo pendiente de los televisores. En esta ocasión, no a causa de un partido de futbol americano o de las Grandes Ligas, ni tampoco por una serie de suspenso, sino por una historia criminal de mayores proporciones: la comparecencia de Michael Cohen, antiguo abogado de Donald Trump, frente al comité del Congreso que investiga los desmanes del Presidente. En bares y restaurantes, y en millones de casas, la transmisión se convirtió en un espectáculo que provocaba tanto morbo como vergüenza, tanta expectación como asco. Durante largos años, Cohen fue uno de los hombres más cercanos a Trump, tanto que llegó a decir que estaría dispuesto a recibir una bala para proteger a su entonces jefe y amigo.

Todo cambió en estas semanas: en una suerte de camino a Damasco, Cohen aceptó declararse culpable de evasión fiscal, empezó a colaborar con las pesquisas y, pecador arrepentido, confesó haber sido el hombre de confianza del magnate para operar toda suerte de negocios turbios. Asimismo, aceptó haber sido el intermediario para pagar a la actriz porno Stormy Daniels y a la modelo de Playboy Karen McDougal por su silencio durante la campaña, lo que constituye un delito federal por considerarse una donación no declarada. Para sustentar sus acusaciones, Cohen entregó a los investigadores cientos de documentos, incluido un cheque con la firma de Trump, supuestamente para compensarlo por el pago a las dos mujeres.

Como en decenas de películas sobre la mafia, Cohen es la rata que, para salvar su pellejo, acepta traicionar a su jefe, aduciendo un repentino descubrimiento del bien y la moralidad: uno de esos cuentos que tanto encandilan a los estadounidenses. No cabe duda de que el abogado es un criminal, pero ello no elimina la fuerza de sus declaraciones. Apenas unos días después de su alocución -un monólogo digno de Frank Underwood-, Paul Manafort, durante un tiempo coordinador de la campaña de Trump, ha sido condenado a cuatro años de prisión -mucho menos de lo que se esperaba- por fraude fiscal y bancario. Igual que Cohen, Manafort ha sido otra de las ratas que se dijo dispuesto a traicionar a su antiguo jefe y a colaborar en las investigaciones, pero a la postre el acuerdo se rompió. Y, aunque Manafort no ha podido...

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