Jorge Volpi / Otra izquierda

AutorJorge Volpi

La caída del Muro de Berlín, en 1989, primero, y el colapso de la Unión Soviética, en 1991, después, asestaron un severo golpe a toda la izquierda, y en particular a la izquierda intelectual. No solo a los ciegos defensores del socialismo real, quienes contra toda evidencia defendieron a los regímenes comunistas hasta el final, sino también a la socialdemocracia y a las distintas corrientes críticas que se opusieron desde la primera hora al estalinismo o el maoísmo. Era, a fin de cuentas, una debacle natural: la victoria les correspondía a sus rivales de derecha y a los liberales que denunciaron la opresión y la falta de libertades detrás de la Cortina de Hierro. Tras décadas de ser vilipendiados o despreciados, se demostraba que habían tenido razón.

El desprestigio de la izquierda fue tan drástico que hasta el día de hoy no ha logrado recuperarse del todo. El reproche que los intelectuales conservadores y liberales les hicieron a sus contrapartes progresistas era muy difícil de superar: de un modo u otro, habían defendido o solapado las atrocidades del socialismo real con su obstinación o su silencio. Había llegado la hora de que los vencedores impusiesen su nueva agenda.

Y así ocurrió. Desde principios de los noventa, la derecha conservadora, auxiliada sin falta por los liberales, se concentró en implementar las políticas públicas que habían rumiado durante décadas. Las recetas de la Escuela de Chicago, puestas en práctica gracias al llamado Consenso de Washington, entronizaron por doquier el neoliberalismo como única vía posible. Impulsados por Reagan y Thatcher, los nuevos políticos (llamados tecnócratas para parecer meros técnicos o expertos en abstrusos temas macroeconómicos) decretaron que el Estado era el mayor peligro para las sociedades abiertas y se dieron a la tarea de desmantelarlo sin encontrar casi oposición. Su victoria fue tan contundente que, allí donde la socialdemocracia llegó a gobernar, lo hizo ajustándose meticulosamente a las reglas económicas de sus enemigos.

Los escasos brotes de inconformidad -de los movimientos antiglobalización a Occupy Wall Street- fueron contenidos como acciones marginales ancladas en una burda nostalgia por el pasado. El estado de bienestar fue abandonado por completo y la desigualdad se convirtió en la norma en todo el mundo: el precio a...

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