Jorge Volpi / El peor lugar

AutorJorge Volpi

-México.

La respuesta de la respetada periodista chilena Mónica González, hasta hace poco directora del Centro de Investigación Periodística y ganadora de numerosos premios internacionales, me deja atónito. Ambos asistimos a la reciente reunión del Foro Centroamericano de Periodismo, organizado por El Faro, una de las publicaciones digitales más relevantes del continente, en San Salvador. Pero pronto me doy cuenta de que su respuesta no sólo es contundente, sino absolutamente certera. Y que nosotros, los habitantes de ese país, somos quienes no nos damos cuenta de dónde estamos. O, más bien, no queremos darnos cuenta.

La pregunta, formulada en términos quizás más vagos, se refería a cuál es el país de América Latina que hoy, en el 2019, se encuentra en peores condiciones. A bocajarro, la mayoría hubiese respondido Venezuela. O Nicaragua. O tal vez Honduras. O El Salvador. Pero la seguridad de Mónica González, llena de indignación, me hace ver que ella tiene la razón. En Venezuela persiste la dictadura de Nicolás Maduro y una desasosegante crisis económica y humanitaria. Nicaragua no se encuentra a la zaga: otra dictadura, la de Daniel Ortega, se ha cobrado en los últimos meses unas cuatrocientas vidas debidas a la ola de represión contra las protestas. Los niveles de violencia, en El Salvador y Honduras, siguen siendo terribles. Y hay graves problemas en la mayor parte de los demás países de la zona: autoritarismo, discriminación, desigualdad, impunidad y, sobre todo, distintas formas de violencia.

Sin embargo, es en México, el país más poblado de Hispanoamérica, en teoría una democracia más o menos sólida y donde no existe una guerra civil declarada, donde las cifras del horror sobrepasan las de cualquier otra nación: 250 mil muertes violentas desde que, en 2006, Felipe Calderón desatase la llamada guerra contra el narco. A lo cual deben sumarse cincuenta o sesenta mil desaparecidos -que acaso sean muchos más- y un número incalculable de desplazados. Quizás haya que repetirlo para sopesar la magnitud del desastre: doscientos cincuenta mil muertos. Si pensamos que cada uno de ellos pertenece a una familia de, digamos, cuatro miembros, ello significa que hay un millón de personas directamente afectadas por estos homicidios.

Un millón de personas.

Pero si estas cifras no...

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