Jorge Volpi / El reino

AutorJorge Volpi

El reino no es, en esta ocasión, la monarquía, aunque la monarquía también forme parte del reino. El reino es el espacio en que los políticos construyen un país a su medida, alejado por completo de los ciudadanos. El reino es ese territorio que los políticos se han apropiado y que gobiernan a su antojo, lejos de leyes, controles e instituciones. El reino es ese ámbito privado que los políticos han desgajado de la vida pública, confundiendo una cosa con la otra. El reino es ese mundo paralelo en donde los políticos navegan con sus negocios y sus intereses, al margen de cualquier supervisión. El reino es la consecuencia extrema de lo que el neoliberalismo ha hecho con nuestras naciones: un sitio donde solo importa ascender y medrar, donde todos buscan solo su propio beneficio, donde impera -nunca mejor dicho- la más profunda impunidad.

El reino (España, 2018), de Rodrigo Sorogoyen, es una de esas películas que, en su afán por retratar una situación particular -la corrupción en la España del Partido Popular, de Aznar y Rajoy y de la trama Gürtel-, dan en el clavo para definir más bien una tendencia global, una episteme o un Zeitgeist que afecta a casi todas las democracias del planeta, y en esa medida poco importa conocer los intríngulis de la política española a la hora de seguir los pasos de una camarilla de políticos -una auténtica banda de gángsters- que podrían ser los políticos de cualquier otra parte y cualquier otro lugar.

Sus comportamientos son, básicamente, intercambiables: la mayoría son hombres en la cincuentena (si bien una o dos mujeres destacan en sus filas, y son tan perversas como ellos), con esposas que se desviven por la moda y los viajes, que pasan los días entre comilonas -su trabajo, su auténtico trabajo, son esas horas planeando negocios entre riojas y maltas- y los fines de semana en yates o en aviones privados, y que solo por escasos instantes, cuando fingen, se presentan como lo que deberían ser: representantes pop ulares. Pero lo que verdaderamente los emparienta, en todas partes, España o Venezuela, Brasil o Perú, Argentina o México, es su falta de ideología: lo único que les importa, lo único, son ellos mismos. Y ya ni siquiera, como en el pasado, el ejercicio del poder, sino cómo el poder puede enriquecerlos.

Manuel...

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