Jorge Volpi / El rostro de Julio César

AutorJorge Volpi

Desde que se inició la guerra contra el narco, México es un país de cuerpos sin historia y de historias sin cuerpo. Cuerpos sin historia: los miles de cadáveres hallados en fosas repartidas a lo largo de nuestro territorio sin que sepamos a quiénes pertenecían, qué nombres, qué destinos, qué anhelos o desventuras los acompañaron en vida. Historias sin cuerpo: las de los miles de desaparecidos cuyos nombres conocemos o empezamos a conocer -por ejemplo, a través del ejercicio ejemplar de Data Cívica- pero de los que no hemos vuelto a saber nada desde que dejaron de estar entre nosotros. Habitamos -insisto- un cementerio.

En el caso de los normalistas de Ayotzinapa, a los muertos y a los desaparecidos se sumó un hecho no menos grave, no menos terrible, pero sí, acaso, más espeluznante: el estudiante al que no sólo le fue arrancada la vida, sino el rostro. Si Ayotzinapa se ha convertido en la metonimia de los innumerables muertos y desaparecidos que nos sacuden desde el 2006, el caso de Julio César Mondragón se torna el más atroz símbolo de la barbarie y la sinrazón que nos rodean, de esa violencia extrema, inaudita, incontenible, que casi resulta imposible de exponer o explicar con palabras.

Y, sin embargo, esto es lo que debemos hacer: usar el lenguaje como arma de resistencia para contar y volver a contar las historias de quienes nos faltan y tratar de unirlas con los cuerpos que les fueron sustraídos. En Procesos de la noche (Almadía-Fondo Ventura, 2017), Diana del Ángel se ha atrevido a más: a tratar de devolverle el rostro a Julio César, a conferirle un rostro alternativo, modelado con palabras, para que al espanto y al horror de su tortura se le añada una indignación continuada que impida el olvido.

Los poderes de la literatura son, por desgracia, limitados: no sirven para revivir a los muertos ni para reintegrar una piel desollada, pero al menos nos permite imaginar los relatos de vida detrás de las cifras del horror y sentir, por un instante, la humanidad que se les niega a las víctimas.

Poeta, cronista, defensora de derechos humanos -como dice Elena Poniatowska en el prólogo: qué desgracia un país donde una poeta debe consagrarse a reseñar un desollamiento-, Del Ángel acompañó a la familia de Julio...

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