José Luis Cuéllar Garza / Ebrard desbordado

AutorJosé Luis Cuéllar Garza

Importantes motivos familiares me llevaron en auto a la Ciudad de México este fin de semana, regresando el lunes, un tanto impactado por el triste panorama que me tocó observar en el trozo de capital de nuestro país por el que circulé en esta ocasión.

Cuando menos en el surponiente, de Mixcoac a Perisur, pasando por San Jerónimo y San Ángel, el efecto visual que causa la monstruosa obra que en materia vial constituye la extensión ad infinitum de los segundos y terceros pisos en las más importantes arterias metropolitanas, deja en claro una realidad terrible de deterioro urbano heredada de López Obrador. La gravedad y el impacto negativo de estas obras se evidencian al ver cómo distintas zonas de la ciudad quedaron absolutamente bloqueadas por una red infame de estructuras grises y las propias vías, que han dejado en la sombra kilómetros de casas, edificios, negocios y espacios públicos, al tiempo que en esos territorios grises se acumula el terregal, el graffiti y la basura.

El visitante que quiera evitar tan deprimente imagen y opte por utilizar los puentes y las vialidades elevadas así construidos, se llevará en cambio otra sorpresa: la sobresaturación de anuncios espectaculares, hoy más que nunca desagradables porque en su mayoría están plagados de la infame propaganda política de precampañas e informes de centenas de políticos, haciendo del recorrido por la ciudad una peligrosa tortura de contaminación visual.

El trayecto reseñado confirma lo dicho por los expertos: insistir en políticas de movilidad basadas en más y más obras viales no conduce sino a tener más y más carros. Mi breve estancia me sirvió para constatar que aun con todo y las colosales vías, el congestionamiento vehicular lejos de disminuir se agrava. La gente en el DF está absolutamente harta y desesperada. Su hartazgo refleja el estado de una ciudad sin remedio y el más claro ejemplo de cómo las obras viales pueden generar espejismos de actividad económica pero no productividad y mucho menos calidad de vida.

Si tomamos en cuenta el monto invertido en estas y otras obras de similar irracionalidad nos damos cuenta de que la megalópolis y su...

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