José Luis Lezama / Los 'indignados' de Ciudad Gótica

AutorJosé Luis Lezama

Corría el verano de 1939, obsequiado con la belleza de las Montañas Poconos, al noreste de Pensilvania, donde gozaba de unas reconfortantes vacaciones, el joven dibujante Jerry Robinson (1922-2011), a quien se atribuye la creación del personaje The Joker (el Guasón), caminaba con cierta distracción cuando fue repentinamente abordado por un hombre quien parecía atraído por los dibujos que el joven Robinson había plasmado en su llamativa chamarra. Era Bob Kane, el creador de Batman, quien sin mayores preámbulos lo invitó a formar parte de su equipo de trabajo, el cual se ocupaba de darle forma al hoy famoso personaje mediático. A este encuentro circunstancial se debe el nacimiento en 1940 de The Joker, ambivalente encarnación del lado siniestro del mundo, hijo natural de una urbe que, como Ciudad Gótica (Gotham City), era la más clara personificación de la podredumbre humana.

El Joker y el Batman de Robinson y Kane nacen bajo los efectos de la gran depresión. El 24 de octubre de 1929 se desplomó Wall Street, miles de bancos se declararon en quiebra y millones de personas perdieron su fuentes de sustento y de esperanza; en 1933 la tasa de desempleo en Estados Unidos era de más del 24 por ciento y en 1939 del 17 por ciento. El Batman y el Joker de Christopher Nolan son hijos del 11 de septiembre y de la crisis del 2008, de la misma manera que lo son los "ocupas" y los "indignados", productos y reacción a la crisis de seguridad, a la crisis económica y a la crisis social en Estados Unidos y el mundo. La política de seguridad americana que combate el terror exaltándolo, igual que la lucha contra el crimen y el narcotráfico en México constituyen la glorificación de la violencia y la guerra, alentando no sólo la criminalidad, sino el miedo y la zozobra social: la única batalla posible, la única demanda que queda a los ciudadanos, es la demanda por la seguridad y por la más básica de las necesidades, la de la sobrevivencia.

La protesta social de fondo no tiene cabida en este escenario de precariedad. En un mundo construido de esa manera, a quién se le ocurre, quién tiene derecho a soñar con una redistribución del poder y de la riqueza más equitativa. El enemigo a vencer en esta cruzada purificadora no son las causas de la pobreza, de la desigualdad, sino la amenaza al statu quo proveniente del terror, de los destructores del orden civilizatorio, líderes y masas anárquicas constituidos por una vaciedad moral, representantes de una especie de maldad...

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