José María Murià / Maestros vs maestros

AutorJosé María Murià

In memoriam Sonia Ibarra Ibarra, con el dolor de su ausencia.

Se ha visto que a un cierto tipo de mexicanos les tiene totalmente sin cuidado el conocimiento y la comprensión de nuestro pasado. Son aquellos que viven deslumbrados modos de vida transfronterizos y, en aras de parecerse lo más posible a los otros, poco caso hacen a lo que somos y, sobre todo, a lo que podemos ser. Pero sobrevive un cierto pudor y raro es quien osa externar este pensamiento.

Pero no es igual cuando se trata de estudiar puntualmente el pasado de cada una de las diferentes regiones de México. Los enemigos de tal formación en historia regional pululan y esgrimen su oposición sin el menor recato.

Unos porque piensan que dicho estudio socava la unidad nacional. Craso error. No cabe duda que un país plural como el nuestro sólo adquirirá mayor cohesión conociendo nuestras particularidades, no soslayándolas, y entendiendo debidamente las aportaciones culturales y sociales de cada una de sus partes, de modo que cada quien se sienta integrante del proceso nacional. En la idea global de nación deben subrayarse las muchas coincidencias, pero también deben aceptarse y entenderse las diferencias.

La historia de México no puede seguir siendo la imposición de una de sus partes, por muy importante que ésta sea, sino la relación armónica de todas, para lo cual resulta indispensable que cada ciudadano tenga una percepción mayor y bien sustentada de la propia región y del papel de ésta en todo el país.

Otros enemigos de la enseñanza de la historia regional no conocen nada de ella y, por lo mismo, saben que es un ámbito laboral al que no tienen acceso. Es pues su inspiración chambista la razón de su oposición.

Desde los años 60, en Jalisco y otros Estados, la enseñanza de su particular historia y geografía en los diferentes niveles educativos había sido víctima del ostracismo. Por un lado campeaba el centralismo cultural en todo su esplendor, por el otro, es cierto que la historiografía y los historiadores de las diferentes provincias eran de muy baja calidad. Jalisco no era la excepción. La solución oficial fue draconiana: borróse la materia del plan de estudios. Lo mismo sucedió en muchos otros Estados. Nuevo León, en cambio, fue una de las muy honrosas excepciones que, además, contó con libros de texto muy decorosos. A la larga el resultado ha sido notorio.

¡Qué daño tan grande se le hizo a cada uno de ellos y, por ende, también a la Patria!, de lo cual podemos hallar ejemplos...

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