José María Murià / Una rama local del cedro libanés

AutorJosé María Murià

Para Enrique D. y Lorenza D.

¿Qué sería de nuestro mundo sin migrantes? Lo malo es que la mayoría de ellos se ven precisados a dejar su solar en condiciones sumamente dolorosas; generalmente por salvar su vida o liberarse del hambre. Pero, de cualquier modo, cuando el inmigrante se sabe sumar a quienes lo acogen, se convierte, como dice Lorenza Dipp, en un distribuidor entre ellos de su cultura y contribuye de manera importante a su enriquecimiento. Malo es nomás el caso de quien llega solamente a ver qué se lleva... No se trata, claro está, de que los anfitriones copien sin más lo que viene de fuera, pero sí que se aprovechen de todo lo útil que pueden aportar. Por otro lado, quien no se renueva, decae.

Viene a cuento esta reflexión, demasiado simple sin duda, ante un fenómeno tan complejo, después de constatar que han sido muchas las ramas del cedro libanés que se han integrado cabalmente al paisaje de nuestro país y han servido para enriquecerlo sobremanera.

La ocasión particular que nos dio el pie a esta idea fue el reconocimiento y aplauso que el propio Gobierno de Líbano, con la venia del mexicano, hizo a la trayectoria mexicanísima de Jorge Dipp Murad quien, según sus cuentas, ha llegado a los 106 años de edad. Sin embargo, no es ya un secreto que se recorta unos pocos.

Pero aunque sea patente de una increíble resistencia -máxime que su vida no ha sido nada fácil-, su longevidad viene siendo lo de menos. Si el Gobierno de Líbano decidió imponer su condecoración más apreciada, la "Orden del Cedro Nacional" en grado de Comandante, a un descendiente de libaneses que se ha convertido en uno de nuestros conciudadanos más importantes, es porque tiene motivos sobrados de estar orgulloso de él.

"El cedro es sinónimo de Líbano", escribió Marcos Arana Cervantes en su libro sobre la comunidad mexicano-libanesa de Guadalajara, de ahí que tal sea el nombre del premio más entrañable, y bien puede decirse que Dipp se ha hecho sobradamente merecedor de él. Nadie lo ha puesto en duda ahora, como fue también el caso en 1995, cuando El Colegio de Jalisco y la Sociedad de Geografía y Estadística del Estado, encabezada entonces con la mayor dignidad por don Enrique Varela, organizó en su homenaje unas jornadas de estudio sobre Guadalajara.

Sin embargo, nos hemos visto parcos hasta la fecha en otros reconocimientos de presencia más duradera, como sería el caso de poner su nombre a una plaza y erigir en ella un monumento. Supongo que la...

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