Juan Ciudadano / Primero cinturón y uñas, después reforma

AutorJuan Ciudadano

En cualquier parte cuesta trabajo defender una propuesta de reforma fiscal que recarga el incremento en la recaudación en la clase media. Lo difícil se vuelve inaceptable en países como México el los que, además, quienes buscan recaudar más deciden dejar de lado -en el mejor de los casos posponer- el dispendio y corrupción con recursos del erario.

La señal sobre lo ineludible que es el problema la dio el propio Presidente electo cuando planteó la necesidad de una fiscalía anticorrupción como la causa con la cual debía arrancar la actual Administración. Algo pasó en el camino y se dio un viraje en la visión y la estrategia.

Se optó por la vieja lógica falaz de pretender que la corrupción no afecta lo energético, que no afecta lo hacendario y que cada cosa va por vía separada y la secuencia no importa tanto. Ya tendríamos que haber aprendido que no es así.

Le compramos su agenda modernizadora limitada a lo económico a Salinas. Después Zedillo, Fox y Calderón tímidamente dieron pasos hacia la transparencia y el combate a la corrupción. Ahora, tras 25 años, un nuevo Presidente con bríos reformistas nos quiere volver a vender la idea de que lo importante es poder comprar, hacer y vender "fierros", el "software" no importa.

Decía Peña Nieto la semana pasada que "el Gobierno de la República se ha propuesto realmente impulsar una agenda transformadora para el país, porque lo que no podemos es mantener una condición pasiva, una condición estática mientras el mundo está cambiando".

Tomada en su contexto nacional, la crítica a la resistencia va dirigida a quienes se oponen a que el Gobierno se asocie con particulares para producir más energía (reforma energética), o los que se resisten a pagar los impuestos adicionales que necesita el País (reforma hacendaria). Pero esa crítica a lo que frena el progreso no toca ni con el pétalo de una rosa a los servidores públicos -sus colegas- que dilapidan y roban recursos públicos porque falta vigilancia, rendición de cuentas, castigos.

Es precisamente a servidores públicos como Medina a los que el Gobierno federal debe dirigir sus discursos y acciones de cambio, no a los contribuyentes. Y esos discursos y acciones que Peña Nieto debe redireccionar son previos a cobrarle más impuestos a millones de mexicanos cuyo único pecado es trabajar.

Por si hiciera falta ser más directos, el cambio -esa innovación que todavía no ubica en el horizonte Peña Nieto- consistiría en que el Gobierno se apriete el cinturón y corte...

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