Juan García de Quevedo / El Chiquilín

AutorJuan García de Quevedo

Es realmente una verdadera tristeza que órdenes y congregaciones religiosas cambien a personas que ya tienen historia y buena historia en una comunidad. El Chiquilín, formador de jóvenes, con un instinto clarísimo para orientar y dar dirección a esa etapa tan difícil que es la juventud, conocedor de la problemática del joven en abstracto y más todavía del joven jalisciense, se nos va a seguir su vocación a otro Estado.

De cuna alteña, duro e inflexible cuando hay que serlo y flexible y sencillo cuando es necesario, el Chiquilín, marista de principio a fin por su vocación religiosa y humana por los jóvenes, se nos va a Aguascalientes. Qué suerte la de los hidrocálidos, que les llegue un hombre de esa estatura y tamaños para sacar adelante la empresa más difícil, quizá la inimaginable.

Se le conoce por Chiquilín por divertida oposición a su tamaño y fortaleza, características que le dan una dimensión todavía más grande a su liderazgo. Te mira a los ojos y hace la radiografía perfecta de tu persona pero siempre tienes la certeza de que estás hablando con un amigo. Tiene la grandeza de que mientras estás con él hablando, eres lo único que existe para él, el ser más importante sobre la Tierra. Este musculoso hombre tiene un corazón más grande que su estatura y eso es ya decir mucho.

Los maristas se dedican esencialmente a formar jóvenes en la libertad y en la responsabilidad. Dentro de su formación el deporte es esencial; en mis tiempos del Cervantes Colonias, que se encontraba en aquella época en Chapultepec y del que estaba al mando don Víctor V Lorenzo, la competencia entre rojos y azules era parte fundamental de la vida diaria. En aquellos años descubrí el espírol, donde en lugar de golpearte con un compañero le pegabas puñetazos a esa pesada pera, agotando en los partidos toda la vitalidad y energía que en esos años te sobra. La vida era estudio y deporte más el catecismo del Padre Ripalda. El marista te ayuda a ser feliz, a saberte y sentirte igual que el otro, sin otro privilegio que el sudor y la memoria e inteligencia.

Quiero que sepan que el Chiquilín es un tenista feroz y juega sin ninguna complacencia hacia el adversario: si el oponente está en la red y no tiene otra alternativa para ganar el tanto, seguramente la bola irá al cuerpo con la...

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